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COVID-19: Tras superar la emergencia sanitaria, pensar en el bienestar de México

En su #ColumnaInvitada de este sábado, Gabriela Cuevas resalta la importancia de atender la salud mental de las personas por los efectos de la pandemia y hacer que la misma sea más accesible.
sáb 22 mayo 2021 11:59 PM
salud mental
La pandemia ha dejado efectos en la salud mental de las personas.

Con una pandemia que se ha convertido en uno de los más grandes retos para la humanidad desde la Segunda Guerra Mundial, no es de sorprender que el tema de la salud pública se haya vuelto central para los gobiernos, las comunidades académicas, e incluso en nuestras propias familias. Antes de 2020, era difícil imaginar que temas como el uso de cubrebocas, los modelos epidemiológicos, o el desarrollo de vacunas fueran el tema de conversación –e incluso discusión– en la mayor parte de nuestros días.

Pero no hay que perder de vista que la salud pública no solamente se trata de responder a los efectos más inmediatos de una emergencia sanitaria. De hecho, el Objetivo de Desarrollo Sostenible #3 también habla de garantizar el bienestar para las personas; el compromiso de garantizar una vida emocional y mentalmente sana. Pero la pandemia ha suscitado graves retrocesos en ese sentido.

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En los sistemas de salud, el personal sanitario ha tenido que enfrentarse a largas jornadas de trabajo, aunadas a la incertidumbre inicial sobre la enfermedad por coronavirus y los efectos adversos sobre sus pacientes. Tuvieron que hacer grandes sacrificios con consecuencias considerables para su salud mental. Como resultado, han padecido estrés postraumático, ansiedad, depresión, síndrome de burnout e incluso pensamientos suicidas por estar en la primera línea de la batalla contra la pandemia. También se han encontrado efectos negativos similares sobre la salud mental de pacientes ingresados a hospitales por COVID-19.

Un estado de incertidumbre y temor sostenido ha pasado factura en la población mexicana (y en prácticamente todo el planeta). Estimaciones iniciales de académicos de la Universidad Iberoamericana advierten que el riesgo de suicidio podría aumentar hasta en un 20% con todo lo que ha implicado la COVID-19, y el riesgo es aún mayor para los jóvenes. En diciembre de 2020, 32% de las personas encuestadas por UNICEF, la Universidad Iberoamericana y el Gobierno de la Ciudad de México padeció ansiedad, y 25% reportó síntomas de depresión, a la vez que ha aumentado el consumo de antidepresivos y ansiolíticos en nuestro país .

Nuestras niñas y nuestros niños han tenido rezagos educativos al tener que aprender desde sus hogares; con el confinamiento, han perdido a la escuela como un espacio para formar amistades, participar en actividades físicas, y aprender habilidades de socialización. Como consecuencia, han estado más estresados, ansiosos, y deprimidos, efectos que resultan directamente del aislamiento por la pandemia .

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Estos problemas no se van a ir cuando tengamos a la COVID-19 bajo control. Sin embargo, la atención a la salud mental ya mostraba serias carencias desde hace varios años en México. Por ejemplo, para cubrir las necesidades de salud mental en el país harían falta 12,000 psiquiatras, según recomendaciones de la OMS. Pero las estimaciones en 2016 apuntaban a que apenas contábamos con 4,393, y la mayoría se concentran en la Ciudad de México, Jalisco, y Nuevo León. La atención a la salud mental no está al alcance de gran parte de la población, y esta será una necesidad aún más apremiante después de la pandemia.

Se habla mucho de recuperación económica, y es cierto que será necesaria después de la pandemia, pero no hay que dejar de lado que retomar el crecimiento del PIB no necesariamente implica avances en términos de bienestar, más aún para las familias mexicanas que lamentablemente han perdido seres queridos y para las personas que han tenido que sobrellevar extrema adversidad e incertidumbre en el aislamiento. Más allá de atender la emergencia sanitaria más inmediata, también hay que velar por el bienestar de las personas y hacer que la atención a la salud mental sea más accesible.

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Nota del editor: La autora es diputada federal, fue presidenta de la Unión Interparlamentaria.

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única de la autora.

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