Con una pandemia que se ha convertido en uno de los más grandes retos para la humanidad desde la Segunda Guerra Mundial, no es de sorprender que el tema de la salud pública se haya vuelto central para los gobiernos, las comunidades académicas, e incluso en nuestras propias familias. Antes de 2020, era difícil imaginar que temas como el uso de cubrebocas, los modelos epidemiológicos, o el desarrollo de vacunas fueran el tema de conversación –e incluso discusión– en la mayor parte de nuestros días.
Pero no hay que perder de vista que la salud pública no solamente se trata de responder a los efectos más inmediatos de una emergencia sanitaria. De hecho, el Objetivo de Desarrollo Sostenible #3 también habla de garantizar el bienestar para las personas; el compromiso de garantizar una vida emocional y mentalmente sana. Pero la pandemia ha suscitado graves retrocesos en ese sentido.