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Las discrepancias de Movimiento Ciudadano

Más allá de si representa una tercera vía o solo busca dividir el voto opositor, hay discrepancias en cuanto a la imagen de MC, su historia y las características de los estados se ha consolidado.
mar 11 mayo 2021 11:59 PM
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Movimiento Ciudadano tiene un importante bastión en Jalisco.

Movimiento Ciudadano optó por no sumarse a ninguna de las alianzas que competirán en el proceso electoral del próximo 6 de junio. Su argumento fue que el suyo es un proyecto incompatible tanto con los “partidos de siempre” como con “quienes prometieron cambiar la historia, pero hasta ahora solo la están repitiendo”.

Ciertas voces han interpretado esa apuesta en términos de una intención de ubicarse como “tercera vía”, como alternativa potencial para un electorado de nicho, sobre todo de jóvenes en contextos urbanos, que no quieren volver a votar por el lopezobradorismo aunque tampoco por unas oposiciones que les parecen obsoletas y carentes de credibilidad. Otras voces han insistido en que se trata de la vieja artimaña de dividir a la oposición para, de ese modo, ayudar indirectamente a la coalición del presidente; o, en una variante menos malpensada, de jugar al “tercero en discordia” y si hay algo cercano a un empate entre las bancadas pro- y anti-AMLO constituirse entonces como una fuerza bisagra en la Cámara de Diputados.

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El debate es interesante y tiene sus méritos, pero resulta un poco alicorto por dos razones. La primera es que una y otra posibilidad no son excluyentes. Es factible que Movimiento Ciudadano esté buscando ambas cosas al mismo tiempo. Y la segunda es que el foco de la campaña “naranja” no está en la elección federal sino, claramente, en las locales. Desde hace varios años que la estrategia del partido antes conocido como Convergencia ha sido tratar de arraigar su presencia territorial a través de liderazgos más o menos carismáticos con arrastre local.

Lo que llama la atención, en todo caso, son las discrepancias que existen entre la imagen que el partido pretende proyectar a nivel federal, su trayectoria histórica y las características de los estados en los que ha logrado afianzarse. Me explico.

Movimiento Ciudadano quiere venderse como un instituto ajeno al sistema de partidos de la transición. Pero su registro original data de 1997 y su fundación fue obra de un priista ávido de reinventarse políticamente: Dante Delgado, que sigue siendo muy influyente a su interior.

A lo largo de su historia, el partido acompañó las candidaturas presidenciales de Cuauhtémoc Cárdenas, López Obrador y Ricardo Anaya; así como la de Marcelo Ebrard para Jefe de Gobierno del DF, o las de gobernadores como Gabino Cué en Oaxaca, Moreno Valle en Puebla, Mario López Valdez en Sinaloa o Graco Ramírez en Morelos. Entre 2000 y 2018, MC se coaligó con el PRD, el PAN, el PT, Nueva Alianza, el PAS o el PSN. Aunque durante los últimos años ha procurado renovarse y reclutar personajes muy estimables –pienso, por ejemplo, en Patricia Mercado, Martha Tagle o Salomón Chertorivski–, tanto como ajeno a los “partidos de siempre”, la verdad, no ha sido.

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En términos programáticos, sus estatutos acreditan que aspira a ser un partido de centro izquierda, de vocación socialdemócrata y progresista. Sin embargo, el electorado que parece más proclive a votar por Movimiento Ciudadano no cuadra del todo con ese perfil. En Jalisco, por ejemplo, su ascenso de la mano de Enrique Alfaro coincidió con el desplome del panismo estatal tras el gobierno de Emilio González Márquez (2007-2013). En Nuevo León, Samuel García es un candidato de derecha que apela al repudio contra los partidos políticos, sobre todo contra el PRI, y cuya ventaja se debe fundamentalmente al colapso de la candidata de Morena, Clara Luz Flores, que apenas en febrero de 2020 renunció al PRI tras 22 años de militancia. Y en Campeche su candidato, que está en condiciones de dar la sorpresa, es un exalcalde de la capital, Eliseo Fernández, que renunció al PAN cuando dicho partido se decantó por postular al delfín del gobernador priista con licencia, Alito Moreno, en alianza con el PRI y el PRD. O sea que de centro izquierda, socialdemócrata y progresista, tampoco.

Estamos, en conclusión, menos ante un partido comme il faut que ante una plataforma muy deliberadamente orientada a aprovechar la desmemoria de la post-transición, las fracturas de la política local, el desdibujamiento ideológico de los partidos y la creciente propensión del electorado a votar por candidaturas antes que por las “marcas” que las postulan.

¿Oportunismo político? ¿Flexibilidad estratégica? ¿Complicidad con el lopezobradorismo? ¿Capacidad de adaptación? Puede ser, pero sin duda es política en tiempos de desinstitucionalización.

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Notas del editor:

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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