Varias lecciones nos ha dejado el último proceso electoral en Estados Unidos. Lo caótico y arcaico que llegar a ser su sistema electoral, la fragilidad que su gobierno e instituciones pueden vivir debido a la soberbia de creerse un pueblo elegido, lo peligroso que puede ser una figura demagógica como Donald Trump, y un pasaje oscuro que vivirá por siempre en la infamia de Estados Unidos, un precedente que transformará el escenario político como nunca se ha visto.
#ColumnaInvitada | El resquebrajamiento de la democracia americana
Será incrédulo pensar que Trump es el único responsable de la fragmentación y radicalización que causó un ataque terrorista contra su propio gobierno, medios de comunicación, propaganda política, tensiones étnicas, abandono gubernamental y una polarización entre las cúpulas económicas y el ciudadano de cuello azul llevaron al país a encontrarse en uno de los momentos más tensos a nivel social en décadas.
Lo cierto es que la irrupción de una figura populista y demagógica como Trump alteró los cimientos políticos del país, basando su campaña y gobierno en explotar cada una de estas tensiones a su beneficio sin ningún tipo de escrúpulo. Trump supo crear un fenómeno que jamás había sido presenciado y que la misma democracia estadounidense no estaba preparada para combatir. Un movimiento que supo leer y enaltecer todos los demonios que Estados Unidos ha tenido que lidiar desde su fundación y que Trump supo explotar para consolidar su poder político e ideológico.
La insurrección del capitolio del pasado 6 de enero fue un recordatorio para todo el mundo, nos demostró que hasta la democracia más ilustre, que había profesado su excepcionalísimo por más de 200 años, puede corromperse y desquebrajarse en menos de cuatro años. Siendo la absolución de su segundo juicio político un precedente oscuro y peligroso que resonará en la región y en todo el mundo, demostrando que el Partido Republicano sigue secuestrado a su merced, que su influencia y poder en el mundo siguen más fuertes que nunca, que la demagogia y el populismo están por encima de la ley, que las noticias falsas y las intimidaciones tienen cabida en el gobierno, que el sistema de contrapesos estadounidense puede verse rebasado, y que su figura es intocable.
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De ahora en adelante, la composición política en Washington se asemejará más que nunca a las regiones latinoamericanas, donde tradicionalmente la oposición se caracteriza por concentrar su poder en una figura populista “un caudillo” que desafía la agenda del gobierno.
A la administración Biden se le ha presentado un desafío como nunca antes en la historia moderna de Estados Unidos: tratar de unificar a un país que está extremadamente polarizado, donde una gran parte del pueblo estadounidense mirará con desconfianza al presidente mientras escucha teorías conspiratorias y discursos enardecidos provenientes del resort Mar-A-Lago.
Si algo aprendimos del segundo juicio político de Donald Trump es que su movimiento está lejos de desvanecerse, que de ahora en adelante existe una segunda capital política de facto en Estados Unidos. Donde lo que queda del Partido Republicano comenzará a reinventarse y a silenciar a cada figura de su partido que no profese el Trumpismo en cada uno de los distritos del país. Un nuevo juego político ha comenzado en Estados Unidos, veremos si la nueva administración Biden estará lista para enfrentarlo.
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Nota del editor:
El autor es licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad De Las Américas Puebla y es investigador en temas de migración internacional y asuntos coyunturales por el estado de Puebla.
Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.