Nunca, a lo largo de sus treinta años de existencia, la institución encargada de defender los derechos fundamentales había sido tan cuestionada.
Cómo olvidar el 12 de noviembre de 2019, cuando en medio de jaloneos, pancartas y gritos, rindió protesta como titular de la CNDH, en una de las sesiones más lamentables y polarizadas en la historia del Senado de la República.
Es pública mi posición sobre el rechazo a ese proceso tan desaseado en el que incluso, el partido mayoritario en el Senado tuvo que recurrir al deshonroso robo de dos votos.
No sabe cómo, por el bien de México, hubiera querido equivocarme y que su llegada a la CNDH hubiera servido para reivindicar los derechos fundamentales de las y los mexicanos. Ojalá hubiese velado por aquellos que claman justicia. Que exigiera el resarcimiento de los daños causados por parte del Estado y acompañara a las causas sociales.
Se necesita una CNDH que no descanse en medio de esta pandemia y que le exija al gobierno que no desproteja a los trabajadores de la salud, a las personas contagiadas o a quienes buscan una atención médica.
Se necesita una CNDH que defienda los derechos de los periodistas, de las personas defensoras de derechos humanos, de las personas con discapacidad, de las personas indígenas, de los afromexicanos, de las víctimas, de las mujeres, de los desplazados. Se necesita una CNDH que dé la cara para defender a las personas en situación de riesgo en nuestro país.