Con todo, los indicadores sí sirven para consignar la evolución de la pandemia, para evaluar la eficacia de las medidas que se adoptan para contenerla o mitigarla y –esto es lo que más me interesa recalcar– para dar cuenta de la magnitud del desafío que representa.
A nivel mundial ya se registraron más de 100 millones de casos y 2 millones de muertes. ¿Es una exageración decir que tal vez estamos ante uno de los desafíos logísticos más grandes que ha enfrentado la humanidad en toda su historia? Por la cantidad de recursos y la capacidad de organización necesarios para enfrentar esta crisis, con su infinidad de complejísimas consecuencias, creo que no. O no tanto. Nunca antes se habían desarrollado vacunas en tan poco tiempo. Aunque sea difícil valorarla durante la emergencia, se trata de una hazaña absolutamente formidable. Pero es apenas el principio, porque “lo que salva vidas no son las vacunas, es la vacunación” ( Ezra Klein ). Da esperanza percatarse de lo que ha conseguido la ciencia; da vértigo pensar en todo lo que falta todavía para que ese logro se traduzca en una inmunidad generalizada a nivel global. Aturde.
En México, por lo pronto, vamos mal y tarde. Somos el onceavo país más poblado del mundo. En cuanto a contagios por Covid-19, el treceavo (aunque el hecho de que seamos el primero en tasa de positividad, porque somos de los últimos en cuanto al número de pruebas que hacemos, pone muy en entredicho la verosimilitud de ese dato). En cuanto a muertes por Covid-19, somos el cuarto (solo detrás de Estados Unidos, Brasil e India). Y en cuanto a vacunaciones, estamos en el lugar 46. [1] Tras casi un año del primer caso confirmado, no hemos podido ponernos de acuerdo sobre cómo medir nuestro desempeño.
Las autoridades cambian las categorías, manipulan las gráficas, comparan con otros países cuando el resultado les conviene y dicen que es de mal gusto comparar cuando no les favorece. Los medios rara vez se toman la molestia de poner las cifras en perspectiva, de ahondar en los detalles y complicaciones detrás de cada indicador, de ofrecer una pedagogía cuantitativa. Y la gente… bueno, la gente está padeciendo los estragos. Tanta conferencia cansa, tanta cifra confunde, tanta saturación asusta. Aturde.