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Trump no se irá

Ojalá nos empecemos a ver en el espejo de Estados Unidos, y logremos rectificar el camino, o si no lo que pasó el 6 de enero en el Capitolio, será un juego de niños contra lo que puede pasar aquí.
lun 25 enero 2021 06:20 AM
AMLO Casa Blanca
AMLO en visita a la Casa Blanca.

A partir de las elecciones de noviembre en EUA, y particularmente desde la toma de protesta del Presidente Biden, hay gran júbilo en varios sectores de la sociedad. Varios argumentan que por fin termina una terrible etapa para EUA y el mundo, y que ahora regresa la normalidad.

Si bien es motivo de gran celebración el que Trump deje la Casa Blanca después de cuatro desastrosos años de desatinos, su “legado” va a permanecer presente por muchos años.

Debemos entender que el fenómeno Trump no era él como persona, sino todo lo que representaba. Todo lo que encontró un canal de liberación con su llegada.

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Mucha gente se ha manifestado sorprendida de que Trump hay llegado a Presidente. Piensan que sólo fue una muy mala pesadilla que por fin termina con su salida del poder. Que ahora EUA retomará su rumbo.

Lamentablemente, Trump era justamente el rumbo en el que iba a marcha acelerada EUA. Los problemas sociales estructurales y profundos de aquel país llevaban décadas desatendidos.

Esa tan nociva idea de la corrección política llevada al extremo, instalada por tantos años, era una olla de presión a punto de explotar.

El famoso sueño americano cada vez se fue materializando para menos personas, y fue marginando a más y más grupos de la sociedad, en particular a muchos “mainstream Americans” a lo largo y ancho del país.

La pronunciada polarización política que llegó casi al punto de quiebre, promovida por ambos partidos políticos, y por supuesto por Trump; pero también por Obama, y mucho, aunque mucha gente lo idolatre.

El racismo y la discriminación a las minorías, que no solo nunca se fueron, sino que con las terribles acciones de Trump y las grandes omisiones de Obama regresaron con fuerza.

La manera en la que los Demócratas se volcaron casi exclusivamente hacia los segmentos poblacionales educados y “diversos” de las costas, olvidándose de todo el centro del país; y cómo los republicanos se enfocaron cada vez más en sus grupos de élite y nada más.

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En pocas palabras, la sociedad y el sistema político de EUA ya venían severamente dañados cuando llegó Trump. De hecho, fue por eso que llegó. Y ya en el poder, hizo todo lo posible por tratar de dinamitar lo poco que quedaba sano de ambos.

EUA tiene deudas añejas con buena parte de sus segmentos poblacionales, que no han querido abordar como sociedad. Y los partidos, con sus intereses meramente electorales, han preferido ignorar esos problemas y venderse al mejor postor.

Trump significó la reivindicación de grupos sociales marginados y discriminados por el desarrollo del país. Grupos que, en más de una forma, fueron daños colaterales de la oleada de acciones afirmativas para minorías; que aunque correcta en principio, fue mal implementada.

El famoso “WASP”, el “mainstream American”, los “red necks” poco a poco fueron perdiendo visibilidad conforme los esfuerzos se enfocaban en las minorías. Socialmente, eso fue marcando una profunda huella en muchos de esos grupos.

Se fue rompiendo el pacto social estadounidense. El rencor y el resentimiento crecieron. Al tiempo que la corrección política les impedía expresar esa frustración y desesperación.

Trump fue la liberación total. Si él podía hablar como lo hacía y llegar a Presidente, ¿por qué los demás no? Si él podía atacar a cuanta persona quisiera, ¿por qué los demás no? Si él podía instigar a la violencia, ¿por qué los demás no podían practicarla?

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El ascenso de un personaje así no fue casualidad, se venía cocinando por años. Y después de llegar al hito de tener al primer Presidente negro, el péndulo finalmente se movió al extremo, personificado por Trump.

Efectivamente, Trump ha sido el Presidente más dañino que ha tenido EUA. Pero no fue él solo quien hizo el daño. El sistema político en su conjunto lo hizo. No supieron entender los momentos sociales.

Todo eso no se desaparece con la salida de Trump. No por nada subió 5 millones de votantes entre 2016 y 2020. No por nada el voto popular fue mucho más competido. No por nada los márgenes fueron tan estrechos en varios estados clave, y otros que ni se esperaban.

Los Demócratas no habían hecho bien su trabajo. La figura de Biden, y la extrema polarización Trumpista les ayudaron. Pero la bala de la reelección estuvo muy cerca. No por nada los Demócratas incluso perdieron escaños en la Cámara Baja, y quedaron apenas empatados en Senado.

Ahora, el gran reto de Biden es demostrar con hechos concretos que entiende esas problemáticas sociales, y que tiene la intención y la capacidad de abordarlas. El poner a la primer Vicepresidenta mujer, afro-asiático americana no resuelve; es un gran símbolo cosmético. Deben demostrar que es más que eso.

Ya no hay tiempo para discursos políticamente correctos, ni para la simulación. La base Trumpista quedó incrementada y fortalecida. Varios actores lo seguirán, y de nuevas generaciones, como el irreverente Senador Hawley. Si no actúa rápido Biden, 2024 puede ser un peor péndulo que 2016.

Para México, todo esto debe ser una lección. Muchos aún siguen sin entender por qué pasó lo que pasó en 2018. Muchos siguen instalados en el individualismo y en la ceguera. El fenómeno Lopezaobradorista es mucho más que sólo él.

Ojalá aquí nos empecemos a ver en el espejo de EUA, y logremos rectificar el camino, o si no lo que pasó el 6 de enero en el Capitolio, será un juego de niños contra lo que puede pasar aquí.

Qué bueno que Trump salió de la Casa Blanca. Ahora, habrá que trabajar por que todo lo que representó sea resuelto. Lo mismo en México. Ya no hay mucho tiempo.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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