Este año será un punto de inflexión para la vida política, social y económica de México. Uno de los motivos para ello es de sobra conocido: la elección de poco más de 21 mil cargos de elección popular, incluidas 15 gubernaturas (14 de ellas encabezadas por partidos de oposición) y 500 diputaciones federales, Cámara donde actualmente Morena y sus aliados tienen la mayoría calificada. Pero el motivo subyacente, aquel que quizá no es tan evidente, es que el próximo 6 de junio decidiremos cómo queremos que se equilibren los poderes durante los próximos años. Hasta ahora, los dos contrapesos más grandes al Ejecutivo federal han sido el Senado de la República –donde Morena no tiene mayoría– y las gubernaturas de los estados, pues los morenistas, por ahora, solo son seis.
#ColumnaInvitada | 2021: perspectivas de voto
En las elecciones de 2018, la ciudadanía envío un mensaje contundente en las urnas. Si pudiéramos poner en palabras el sentimiento que impulsó a los millones de votantes en esa jornada electoral, quizá tendríamos algo como: estamos hartos de los gobiernos que hemos tenido, de la política, de los partidos tradicionales y queremos un cambio radical, alguien que venga a hacer las cosas de forma abismalmente diferente a como se han hecho hasta ahora.
Este era un mensaje que de manera menos apabullante se había venido dando en los últimos años, pero que partidos como el PAN, PRI y PRD no supieron −o más bien, no quisieron− escuchar o atender.
La autodenominada "cuarta transformación (4T)" comenzó con el triunfo de Andrés Manuel López Obrador el 1 de julio de 2018 y el tsunami de elecciones ganadas por Morena en esas elecciones. Ganaron las mayorías en el Congreso de la Unión y en muchos de los congresos locales, y con seis gubernaturas encabezadas por personas de este muy joven partido (creado en 2014), los gobernantes y representantes electos asumieron los cargos con un gran apoyo popular y, en consecuencia, con una gran legitimidad, un fenómeno pocas veces visto en el pasado.
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El estilo propio del presidente, cuya esencia es el contraste permanente de sus acciones de gobierno con las de administraciones anteriores, la búsqueda de culpables cuando sus planes no salen como tenía previsto, la incorporación de personas indeseables a su equipo de gobierno, así como algunos caprichos en proyectos que parecen inviables o en políticas que resultan más clientelares que efectivas; ha desilusionado a muchos y muchas de quienes lo apoyaron en 2018 buscando ese cambio radical para el país.
Así, las elecciones que se llevarán a cabo este año nos presentarán primordialmente tres opciones:
1. Reafirmar la preferencia 4T votando a favor de Morena y sus candidatos, enviando el mensaje de que se mantiene la confianza en el proyecto del presidente;
2. Regresar a la propuesta de gobierno que en 2018 fue ampliamente rechazada al votar por la coalición conformada por el PAN, PRI y PRD; o
3. Dar una oportunidad al planteamiento que propone Movimiento Ciudadano, partido que participará en solitario y que busca crear una alternativa de gobierno que capture el hartazgo manifestado en 2018, así como el descontento con la 4T.
Una elección tan grande y compleja como esta debe verse como algo más que un refrendo del gobierno o un rechazo, especialmente cuando la gran mayoría de los cargos en juego son locales. Estos procesos electivos y sus resultados deberán analizarse con una visión local, entendiendo los importantes contrapesos que desde el ámbito local han surgido frente a la aplanadora federal.
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