Si bien el candidato republicano obtuvo más votos de hombres afroamericanos y latinos en comparación con 2016, esto no fue suficiente para imponerse a la supermayoría de Biden entre los afroamericanos y un aumento aproximadamente de dos tercios del voto hispano. Sin embargo, el comportamiento del voto revela que, si bien Trump perdió la elección, el movimiento que creó en torno a su figura será más duradero de lo que se anticipaba.
El trumpismo, con el uso de una retórica velada o codificada para encender y acrecentar las tensiones raciales y culturales, podría perdurar dentro del Partido Republicano. El trumpismo se ha convertido en una alternativa coloquial útil para abarcar categorías aún más amplias de grupos y personas. Se incluye no solo a los supremacistas blancos que han apoyado públicamente al presidente, sino también a aquellos que minimizan el problema, que se alinean con este por beneficios personales, o bien, simplemente no están dispuestos a reconocer su historia y persistencia.
En palabras del senador republicano por Utah, Mitt Romney, un crítico de Trump, “el trumpismo, el nacionalismo popular, una política fundada en agravios de la identidad blanca, continuarán. El trumpismo es el monstruo que, habiendo probado sangre, nunca estará satisfecho. Es sin duda la voz más poderosa de nuestro partido. Tendrá un impacto enorme en nuestro partido en el futuro”.
Como Ross Perot y el conservador Pat Buchanan en 1992 (“United we stand, America”), Trump ha creado un movimiento basado en su personalidad y los agravios de los estadounidenses blancos. Ha construido alianzas con quienes apoyan una política migratoria dura, así como con grupos religiosos conservadores, y ha convertido a los medios de comunicación en una especie de rivales.
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