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Más dañino que el ‘outsourcing’

Hay solo una cosa que daña a más trabajadores que el ‘outsourcing’, y ello es el sistema de seguridad social tal cual funciona hoy en México. Debe cambiarse, advierte Viri Ríos.
lun 16 noviembre 2020 11:59 PM
Empleo
Actualmente, el esquema de seguridad social no favorece al trabajador ni tampoco a las empresas pequeñas, advierte Viri Ríos.

La seguridad social en México es muy injusta. Resolver esas injusticias debe ser la principal agenda de López Obrador. Al momento, no lo es, ya sea por miedo, desconocimiento o por falta de capital político. Es momento de tomar el asunto laboral por los cuernos y transformarlo de raíz.

Eliminar el outsourcing como pretende López Obrador es un paso en la dirección correcta. Su existencia, se estima, afecta a 2.9 millones de trabajadores al año (STPS 2020).

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Hay, sin embargo, un problema laboral aún más grave y que afecta a siete veces más trabajadores formales en México, es decir, afecta a la totalidad de los 20 millones de puestos laborales que existen (IMSS 2020). Este problema es la forma en la que funciona nuestra seguridad social.

La seguridad social en México es injusta por tres razones.

Primero, porque reduce los salarios. En papel, las cuotas patronales para la seguridad social son beneficios que se cobran a los patrones para dar al trabajador. En la realidad, existe evidencia de que los patrones bajan los salarios para pagar las cuotas (Levy et al. 2012). De hecho, la gran mayoría de las cuotas (el 67%, se estima) es indirectamente pagada por los empleados, porque se les ofrecen salarios más bajos (Levy 2019).

Es decir, el sistema de seguridad social pretende ser redistributivo, pero en realidad crea incentivos a los salarios bajos.

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Segundo, la seguridad social tal cual existe en México es injusta porque crea mexicanos de primera y de segunda. Los servicios públicos en México se ofrecen como si fueran boletos de avión.

En primera clase se encuentran los trabajadores formales, los que cotizan en el IMSS, el ISSSTE o en algunas otras empresas del Estado (aplican también sus familias directas y algunos afiliados voluntarios). La primera clase es pequeña y casi nadie dura ahí mucho tiempo.

En segunda clase están los que logran ser atendidos por el Insabi. Digo “logran” porque las filas son largas y en ocasiones, aun si se es atendido, hay que pagar por material de curación e insumos médicos. No todos pueden pagar eso, aun si logran un asiento de segunda clase.

La seguridad social, entonces, se vuelve muy regresiva porque solo las personas que tienen la capacidad para trabajar (educación, productividad, tiempo) pueden acceder a la primera clase. Más aún, como dije en el primer punto, para hacerlo deben reducir en promedio en 65% su salario.

Tercero, la seguridad social como existe es injusta porque favorece a las empresas grandes a costa de las chicas. La empresa más grande y la más chica de México pagan exactamente el mismo impuesto corporativo (30%) y lo mismo por seguridad social.

Esto es un problema pues en México la desigualdad entre empresas es enorme. De hecho, 22 de cada 100 pesos de utilidad se concentran en tan solo el 0.1% de las empresas (SAT 2015).

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Pagar el impuesto a la seguridad social, por tanto, es un inconveniente menor para los empresarios más ricos y un verdadero problema para el resto. Es por eso que el grueso de la evasión fiscal burda (no la elusión fiscal sofisticada, sino la evasión pura) sucede en empresas medianas y chicas, que tienen ingresos de menos de 8 millones al año. No sucede entre el 1% de las empresas más ricas, porque para ellas el impuesto hasta es poco.

Estas tres injusticias están detrás de muchos problemas de la economía mexicana pues hacen que los salarios sean bajos y los servicios de salud desiguales, y dejan demasiado cómodas a las empresas ultragrandes.

Es por ello que esta columna es un llamado a que López Obrador no solo elimine el outsourcing, sino a que elimine por completo la seguridad social como la conocemos. Las cuotas de seguridad social deben convertirse en impuestos progresivos a la riqueza y al ingreso. Con ello se debe financiar un único sistema de salud sin clases. Los impuestos los deben pagar los más, más ricos, y no el trabajador por medio de reducciones salariales, o el microempresario.

No habría un mayor éxito en materia laboral que refundar la seguridad social como un derecho, en vez de como un privilegio de un puñado de trabajadores.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única de la autora.

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