Para ganar, la oposición debe entender qué hace a AMLO popular y dejar de atribuirlo a sus prejuicios. AMLO no ganó por ser “populista”. Muchos antes que él lo fueron o intentaron serlo y fracasaron. AMLO ganó porque su propuesta (a) se construyó sobre un éxito tangible (su gobierno de la Ciudad de México) y (b) su propuesta iba más allá de la política pública y suponía una reforma profunda en la forma de hacer política.
AMLO creció como político en la Ciudad de México porque ganó el voto de quien apoyaba al PAN y porque consolidó un estado que proveyó de derechos a quienes antes no los habían tenido. Lo que la oposición despectivamente llama “programas sociales clientelares” fueron el acercamiento más tangible y fructífero que millones de capitalinos habían tenido con el gobierno. Capitalinos de todos partidos vieron el cambio que AMLO hizo en la Ciudad de México.
López Obrador creo en la Ciudad de México un estado de bienestar, imperfecto e insuficiente, pero más amplio que cualquier otro creado por partidos previos en la capital.
Más aún, AMLO no se convirtió en un político de perfil nacional prometiendo estas en contra de un líder en específico, una persona o un solo partido. Su plataforma era mucho más ambiciosa (incluyendo cambiar el rol del Estado y su relación con el dinero) y contenía un modelo de cambio concreto (separar el poder político del económico, cambiar la política económica). Podrá no gustarle ese modelo a la oposición pero al menos pavimentaba el camino para un cambio profundo y a un ritmo que no tomara generaciones.