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#BuróParlamentario | Las mil y un reservas

La única alternativa que tuvo la oposición en la discusión del presupuesto fue presentar un mar de reservas para tratar de convencer a Morena de hacer ajustes al gasto, señala Sergio Bárcena.
lun 16 noviembre 2020 06:15 AM
El pleno de San Lázaro
La discusión del Presupuesto de Egresos para 2021 se extendió durante sesiones que comenzaron el martes y terminaron en la madrugada del viernes.

Tras ser aprobado en la Comisión de Presupuesto, el paso al pleno del dictamen con proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación para el ejercicio fiscal 2021 incluyó un total de 1,029 reservas presentadas por 249 diputadas y diputados. Esta fue la discusión plenaria con mayor cantidad de reservas a un dictamen en la historia de nuestra Cámara de Diputados.

Cabe recordar que el proceso legislativo en México tiene un carácter deductivo. Esto significa que un dictamen emitido por alguna comisión debe primero someterse a un análisis en lo general (el cuerpo entero del documento) y posteriormente en sus artículos reservados (segmentos particulares del dictamen con los que uno o varios legisladores no estén de acuerdo).

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En el caso particular de México, la enorme cantidad de reservas presentadas a este dictamen presupuestal se explica tanto por la condición mayoritaria de la asamblea como por las relaciones de poder entre los estados y la Federación.

Desde 1995, la negociación del presupuesto (facultad exclusiva de la Cámara de Diputados) ha sido primordialmente un asunto de diplomacia entre la Federación y los estados. Menciono esta fecha porque fue en 1995 cuando se creó el Ramo 33, con el objeto de eliminar la discrecionalidad en la asignación de aportaciones y participaciones de la Federación hacia las entidades.

A partir de entonces, ha existido una correlación entre la apertura del Ejecutivo para repartir recursos a los estados y el nivel de confrontación en la Cámara de Diputados al momento de discutir y aprobar el Presupuesto de Egresos.

Lo anterior se debe a que los gobernadores tienen una fuerte incidencia sobre los diputados federales que representan distritos dentro de sus entidades. Así, cuando los gobernadores han recibido tajadas suculentas del pastel presupuestal, los diputados han puesto pocas trabas al procesamiento de la iniciativa presidencial de gasto. Por el contrario, cuando los gobernadores ven reducciones sustantivas en los ingresos para sus entidades, los enfrentamientos en la Cámara se acentúan.

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Esto pasó en los últimos años del gobierno de Zedillo, cuando tener una buena relación con los gobernadores de su partido a partir del reparto presupuestal le fue políticamente irrelevante al presidente, dada la fuerza que comenzaba a tener la oposición en el Bajío y el norte del país. Sucedió también cuando los secretarios de Hacienda Francisco Gil (en el sexenio de Fox) y Ernesto Cordero (en el de Calderón) buscaron reducir los recursos otorgados a los estados, ya fuera para ordenar el gasto o bien por restricciones por crisis económica.

El escenario para la negociación del presupuesto 2021 tuvo ingredientes muy particulares. En primer lugar, la crisis económica derivada de una pandemia que restringió la cantidad de recursos programables a repartir. En segundo lugar, un contexto políticamente polarizado, con gobernadores de oposición que hace unas semanas organizaron una alianza contra el pacto fiscal.

Lo anterior haría esperable una discusión presupuestal complicada. Pero en esta ocasión se tuvo un elemento distinto al que se vio con presidentes anteriores. Y es que, por primera vez, el Ejecutivo tiene una mayoría partidista estable y disciplinada en la Cámara de Diputados.

De este modo, los diputados de oposición tuvieron un abanico reducido de opciones para hacer frente al presupuesto que afectaba a sus gobernadores y a sus partidos. La única alternativa para la oposición fue presentar un mar de reservas esperando convencer a Morena y sus aliados de aprobar alguna modificación al presupuesto mediante deliberación plenaria.

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De las 1,029 reservas presentadas en la discusión de la semana anterior, la mayor cantidad (192) se dirigió al Anexo 1 del dictamen, que hablaba sobre el gasto neto total. El siguiente número más importante de reservas se concentró en el tema de erogaciones para la igualdad entre mujeres y hombres (36), seguido de recursos para la atención de niños, niñas y adolescentes (30) y trasferencias a entidades (18). Naturalmente, el mayor porcentaje de reservas provino de la oposición (33% del PAN, 22% del PRI, seguidos por 15% de MC).

Al final de una discusión ininterrumpida de 20 horas, se aprobaron únicamente nueve reservas (la mayoría presentadas por legisladores de Morena), en temas educativos principalmente.

Con este resultado, puede decirse que los diputados de oposición evidenciaron los escasos recursos de negociación que actualmente tienen sus partidos frente al gobierno federal. Asimismo, esta discusión dejó ver que la Alianza Federalista (con todo y su presión mediática y su amenaza de hacer consultas) fue insuficiente para convencer a Morena y sus aliados de modificar el presupuesto en favor de las entidades.

Después de un largo periodo de aprendizaje democrático, algo que nos ha quedado claro a los mexicanos es que la representación política no se agota en las urnas. Para que una democracia funcione, es necesario que en los congresos ocurra un fenómeno llamado deliberación. Es decir, que las fuerzas políticas representadas en la asamblea discutan los asuntos de interés público de manera tal que las decisiones finales sean producto del diálogo, el intercambio, el convencimiento y la negociación en favor de los ciudadanos.

La discusión de las mil y un reservas nos ha dejado como lección que, mientras haya una mayoría en la Cámara de Diputados, lo único que podrá incentivar a la deliberación es la apertura de esa mayoría para escuchar a la oposición e integrar algunas de sus posturas en las decisiones públicas.

Al respecto, habrá quienes digan que una mayoría democráticamente electa no necesita escuchar a nadie, pues cuenta con suficiente legitimidad política para gobernar por sí misma. Pero también estamos los que pensamos que las mayorías parlamentarias cerradas a escuchar toda propuesta opositora (incluso si alguna de estas puede ser benéfica para la sociedad) restringen la deliberación, que es un pilar de la democracia moderna.

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Nota: Sergio A. Bárcena es doctor en Ciencia Política por la UNAM. Especialista en Poder Legislativo. Investigador del Tec de Monterrey y director de la asociación Buró Parlamentario.

Buró Parlamentario es una asociación civil que busca vigilar al Poder Legislativo promoviendo una ciudadanía informada, activa y participativa.

Twitter: @BuroParlamento

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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