Más allá de simples emociones, habría que retomar la reciente carta enviada por legisladores tanto republicanos como demócratas, en la que denuncian “un patrón de obstrucción” hacia las compañías estadounidenses en el sector energético. En dicha misiva, senadores y congresistas subrayan que la actitud del gobierno mexicano ha amenazado la inversión y el espíritu del T-MEC. Esta es una muestra clara de que sin importar quien gobierne, la relación bilateral está determinada por profundos intereses económicos y políticos.
Ante una elección tan cerrada, la pregunta real es ¿qué tanto importa para México quién ganó la presidencia en Estados Unidos? En mi opinión, no mucho. Los temas serán prácticamente los mismos, así como el tratamiento que les den desde la Casa Blanca:
1. Política Energética. Los intereses de las empresas estadounidenses han encontrado eco en el Capitolio. La situación de las inversiones realizadas en torno a la Reforma Energética del sexenio pasado será uno de los principales temas que la Casa Blanca empujará en nuestro país en los próximos meses, haya ganado quien haya ganado.
2. Relación Estados Unidos-China. Será muy difícil que la tensión prevaleciente entre ambas naciones en materia comercial, la cual se hizo evidente durante la administración Trump, disminuya en los próximos años. Ha quedado claro que entre ambos países existe una férrea competencia económica, financiera y tecnológica por consolidarse como la principal súper potencia del planeta. Por esta razón, independientemente de quien gane, veremos la intención de regresar plantas estadounidenses a territorio americano, la decisión de articular nuevas alianzas comerciales, así como la sustitución y equilibrio de la dinámica prevaleciente con el gigante asiático. Independientemente del ganador, México será fundamental para la nueva definición geoestratégica de nuestro vecino del norte.