La Suprema Corte de Justicia de la Nación declaró constitucional la consulta para enjuiciar a los expresidentes. Es el último capítulo de una larga y rabiosa confrontación entre AMLO y sus predecesores. “El caso de Vicente Fox –escribió AMLO en 2017– es patético, indigno, vacío y sin principios, como Calderón o Peña, con el añadido de que él es más burdo y deslenguado. Fox no ha sido nunca un empresario; trabajó como empleado y llegó a ser gerente de Coca-Cola. Ha sido más bien un sirviente de los poderosos.” Vicente Fox no se quedó callado. Hasta hace poco, utilizaba su cuenta de Twitter para lanzar dardos envenenados a “Lopitos”.
#ColumnaInvitada | Los expresidentes deslenguados
El dictamen de AMLO sobre Calderón no es más piadoso: “Calderón es antijuarista y anticardenista de corazón. Además, ha declarado su simpatía por Francisco Franco… También recordemos que Calderón, siendo presidente del PAN, pactó con Zedillo el gran fraude del Fobaproa… Si tengo que describir a Felipe Calderón con una palabra sería: hipocresía… Es lo más representativo del mundo de la derecha, de quienes se dan baños de pureza y son en realidad ambiciosos vulgares; los que van a la iglesia o a los templos y olvidan los mandamientos”. La reacción de Calderón ha sido estruendosa y tomó la forma de un partido político, “México libre”, que de momento está maniatado en los congeladores del Tribunal Electoral.
Tengo la impresión de que AMLO se cuida de pronunciar el nombre de Peña Nieto. Es el Gran Aludido, de eso no cabe duda, cada vez que despotrica en contra de la Mafia del Poder y de la corrupción rampante que llevó al gobierno a comprar un avión –entre otros muchos lujos inimaginables–.
A diferencia de los “deslenguados” (Fox y Calderón), Peña Nieto apenas usa sus redes sociales: dos tuits en lo que va del 2020, ¡dos! Y ambos, para colmo, son condolencias de rigor: “lamento profundamente el fallecimiento de…” No le han merecido ninguna opinión la pandemia, la crisis económica de México o la noticia de una eventual consulta en su contra.
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¿Se imaginan a estos cuatro personajes (AMLO, Peña Nieto, Calderón, Fox), en un mismo templete y deshaciéndose en sonrisas, estrechándose las manos, guiñando un ojo a los fotógrafos? La escena es inconcebible, surrealista, algo que no pasará ni que debe pasar. Sería una foto escalofriante.
Tengo en mente esas viejas fotos priistas en que el candidato o mandatario en turno se hacía acompañar de sus antecesores como símbolo de cohesión. ¡Hasta el indómito General Lázaro Cárdenas tuvo que ceder a esta necesidad ritualista! Estoy mirando dos fotos: una del 15 de septiembre de 1942, en que Lázaro Cárdenas saluda y estrecha la mano de su archienemigo Plutarco Elías Calles (“Adiós, señor general, le dijo tendiéndole la mano”); y otra foto de junio de 1964 en que Cárdenas, con el mismo semblante pétreo de siempre, saluda a Gustavo Díaz Ordaz, el destapado. “Cárdenas expresa su irrestricta confianza en Díaz Ordaz” (Excélsior). “El Gral. Cárdenas manifiesta su plena adhesión a la candidatura” (El Día). El mismo Cárdenas que, en las vísperas de la foto, encabezaba un combativo Movimiento de Liberación Nacional.
AMLO comenzó su sexenio bajo la consigna de “no habrá persecuciones”. ¿Qué lo habrá hecho cambiar de opinión? ¿El clamor popular, el triste escenario de la pandemia?
El juicio a los expresidentes sería una pequeña pero sabrosa y nutricia satisfacción en esta época de desmoralización y de vacas flacas. Que la SCJN nos diga que es legal y constitucional juzgar a los expresidentes es redundante. Preguntárnoslo, también. Lo novedoso es verbalizarlo, hacerlo explícito. Más novedoso sería llevar este enjuiciamiento a la práctica. Estamos ante el fin –o eso parece– de las ceremonias de vedetismo intersexenal. Crucemos los dedos para que en el álbum de nuestra política jamás figure otra foto de esas.
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Nota del editor: el autor es maestro en Filosofía. Es autor de La revolución inconclusa. La filosofía de Emilio Uranga, artífice oculto del PRI (Ariel, 2018).
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