Andrés Manuel lo logró, el presidente de la República emuló a sus antecesores y arrodilló, sin disimulos, ni matices tenues a los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Lo hizo sin miramientos, ni consideraciones de las implicaciones futuras que este “sometimiento institucional” conlleva. A partir de ahora, en el Poder Judicial de la Federación (PJF) sus resoluciones serán y regirán bajo aquella máxima: ¿Qué hora es?, “la que usted diga, señor presidente”.
El ocaso de 2020 luce sombrío y luciendo sus máximas expresiones de autoritarismo político. Hoy el único tomador de decisiones en el gobierno de la cuarta transformación es López Obrador, y su evolución agresiva en el discurso y en el hacer, hacía el ala más recalcitrante del mesianismo. Su palabra como un dogma de fe, sus acciones cargadas de una falsa honestidad y un catálogo de palabras que solo son una lista de buenas intenciones.