De la larga lista de misterios del gobierno lopezobradorista y sus satélites es su rotunda incapacidad para comprender el lugar que debe tener la lucha por la equidad de género y contra la violencia de género en su agenda cotidiana.
La respuesta reciente del gobierno de la Ciudad de México, encabezado por una mujer rodeada de jóvenes promesas del movimiento progresista, es una muestra más de esa profunda incoherencia.
¿En qué cabeza cabe la represión del movimiento femenino? ¿En qué cabeza cabe sugerir, en una conferencia de prensa visceral y prepotente, su supuesto origen avieso? ¿En qué cabeza cabe el desprecio sistemático a ese reclamo, que lleva ya tanto tiempo en las calles de la capital mexicana? Podrá caber en alguna cabeza, pero no en una cabeza progresista. Nunca en una cabeza progresista.
Pero la señora Sheinbaum no está sola en esta ignominia. La acompaña ahí, muy cerca, la secretaria de Gobernación, Sánchez Cordero, otrora valiente adalid de la lucha de la mujer y hoy cómplice silencioso de un desprecio que de izquierda, de progresista, no tiene absolutamente nada.