Como si el pleito con la realidad no fuera evidente, permítanme compartir una conversación con un colega asiático que me dijo: “No entiendo a tu continente, ¿por qué llevan meses debatiendo el uso del cubrebocas si aquí ha demostrado resultados desde hace tiempo?”. Una vez más, el choque con la realidad, pero ahora con algo más grave que no distingue percepciones, el choque con la ciencia.
La realidad sigue enviándonos mensajes a los políticos: en Estados Unidos se estimó un 11.1% de desempleo a junio y en México más de 8 millones de personas han perdido su fuente de ingreso. Muchas voces empiezan a hablar de recuperación económica sin que tengamos aún la solución para el virus que mantiene a millones de familias en sus hogares y restringe la movilidad en distintas latitudes. Seamos claros, sin salud no hay ingresos.
¿Y qué decir de la realidad que enfrentamos millones de mujeres en el mundo, donde la violencia no cesa y empieza desde casa, donde la desigualdad salarial es una constante, y donde las trabajadoras de la salud son más atacadas que reconocidas?
Por otro lado, debemos reconocer que la pandemia nos hizo olvidar una parte de la realidad. La emergencia climática de pronto se convirtió en cielos azules, peces en los canales de Venecia y animales visitando algunas pequeñas ciudades del Reino Unido. Por unos días olvidamos que estamos matando al planeta, que estamos destruyendo el único lugar donde podemos vivir.