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#ColumnaInvitada | Morir o no morir, ser mujer en tiempos de encierro y COVID-19

La crisis que se vive no se limita a la salud, las economías se tambalean y en las calles se siente el desempleo y el hambre. Una vez más, las graves consecuencias se ensañan con millones de mujeres.
jue 16 julio 2020 11:58 AM
violecia mujeres confinamiento
Las mujeres resultan más afectadas que los hombres por el coronavirus.

Esta pandemia no es neutral cuando se trata de género. La peligrosidad de este virus es innegable, hasta ahora ha cobrado más de 535 mil vidas y se documentan casi 12 millones de casos en el planeta (OMS); sin embargo, de lo que poco se habla, es cómo esta pandemia lastima a millones de mujeres y niñas de manera casi imperceptible y silenciosa en todo el planeta: 47 millones de mujeres no pudieron acceder a métodos anticonceptivos por lo que se estiman 7 millones de embarazos no planeados (UNFPA).

Nuestras sociedades son tan hipócritas que mientras las mujeres son el 70% del personal de salud y les decimos “esenciales”, cada día 137 feminicidios son ejecutados a manos de un miembro de su propia familia.

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La crisis que vive la humanidad no se limita a la salud, las economías se tambalean y en las calles se siente el desempleo y el hambre. Una vez más, las graves consecuencias se ensañan con millones de mujeres.

Durante mis campañas, conocí cientos de mujeres que despiertan en la madrugada para ir a la lechería, preparar desayunos y llevar a sus hijos a la escuela, corren al trabajo que por ser informal no le brinda seguridad social o protección alguna pero es lo único que tienen para mantener a su familia.

En otras latitudes, algunas no pueden usar lentes y se les obliga a usar tacones y maquillaje para poder ir a su empleo, otras no pueden viajar o abrir una cuenta de banco sin permiso del marido. Millones de mujeres hacen el mismo trabajo que los hombres aunque saben que en promedio su salario será 23% menor (OCDE).

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¿Cómo terminar con esta profunda e injusta desigualdad? Las mujeres tenemos que ser parte de las decisiones. Sólo 1 de cada 4 asientos en los parlamentos del mundo está ocupado por una mujer; eso no es inclusión, representación o democracia. Los cambios culturales se aceleran con cambios institucionales. En México, incorporamos la paridad de género en la Constitución; el siguiente paso es que las mujeres no seamos consideradas meros porcentajes sino actores protagónicos en la toma de decisiones.

No podemos pedir a una mujer que estudie, cuide hijos y además quiera transformar al país si nos regatean derechos una y otra vez.

Es urgente cambiar el entorno que todos los días violenta a las mujeres y niñas, un entorno de muerte en el hogar, de explotación laboral, de acoso y discriminación cotidiana.

La plena inclusión económica es un derecho impostergable y un detonante de desarrollo. Debemos modificar la legislación para las empresas y diseñar incentivos, esquemas fiscales y transferencias directas con perspectiva de género. Las políticas tienen que facilitar la inclusión laboral y la igualdad salarial, el estado debe ofrecer guarderías y escuelas de tiempo completo, y una política integral de prevención y combate a la violencia. La recuperación post COVID-19 no será sencilla, pero es imposible alcanzarla sin mujeres: no existe “nueva normalidad” sin nosotras.

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Nota del editor: la autora es diputada federal, presidenta de la Unión Interparlamentaria.

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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