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Perdida la confianza en la política, ¿qué sigue?

Una innegable característica del mundo que estamos viviendo es la pérdida de credibilidad de la política. Vivimos este año una especie de “Primavera Latinoamericana”.
lun 13 julio 2020 11:59 PM
crisis politica
Se debe considerar que desde el gobierno no se puede agregar combustible peligroso al mundo volátil e incierto en el que estamos inmersos, explica la autora.

Revolución, gran transformación, crisis estructural, aceleración del cambio. Podemos llamar de varias formas al proceso que estamos viviendo. Me quedo con el planteamiento de Richard Haass en el sentido de que no necesariamente va a surgir un nuevo mundo después de esta coyuntura, sino que más bien, la pandemia y la crisis económica resultante serán aceleradores del cambio.

Se dará lugar a un sistema producto de las tendencias y contratendencias que venían gestándose en los últimos años, incluso décadas: desglobalización al mismo tiempo que interdependencia; nacionalismos a contracorriente de la cooperación internacional en temas como el cambio climático, la salud y los medicamentos de o la multifacética lucha contra la desigualdad; aislacionismo en tiempos de la mayor interconexión histórica en el espacio digital.

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Una innegable característica del mundo que estamos viviendo es la pérdida de credibilidad de la política. Vivimos este año una especie de “Primavera Latinoamericana” expresada en distintos brotes sociales en Ecuador, Perú, Chile, Bolivia, Colombia, Haití, México y desde luego Venezuela.

Se vivió lo propio desde Francia hasta Hong Kong. En Bolivia, lo exacerbaron los temas electorales; en Francia, las reformas laborales y, en México, la exigencia de un alto a la violencia contra las mujeres. En el fondo –y ya también en la superficie, a flor de piel– el grito generalizado se deriva de una creciente falta de credibilidad de la política. De una falta de conexión real con los ciudadanos.

La verdad duele, pero es mejor conocerla, enfrentarla y atenderla, que maquillarla con 'otros datos' y mirar para otro lado: la política está en crisis.

Sus sinónimos en la mentalidad ciudadana son corrupción, egoísmo, prepotencia, privilegios y sobre todo ineficacia. La política patalea y se defiende, y sale a dar la pelea –la mayoría de las veces– con visiones antiguas, las mismas herramientas desgastadas y los discursos grandilocuentes que no resuenan más que en la cabeza de quien lo pronuncia y siente el pecho hinchado de creer haber dicho lo que nadie y como nadie, mientras los destinatarios están pensando en otra cosa, bostezando, aburridos, desesperanzados. Más de lo mismo.

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La vieja manera de hacer política ya no funciona. Hay que entenderlo. Se necesitan nuevas propuestas, frescas, distintas, creíbles, empáticas, sinceras, honestas, liderazgos fuera de la caja. Uno de los cambios acelerados tiene que ser surgimiento de una nueva política que una, que entienda, que escuche, que sienta, que resuelva, que se reivindique, se pruebe y se muestre en los resultados, no en las narrativas. Que refleje las nuevas características, deseos, aspiraciones, exigencias y organización de la sociedad.

La tolerancia y la paciencia ciudadana están cada vez más agotadas, cada vez más desencantadas. Si la política no resurge para atender las genuinas demandas de una sociedad que ya no es la misma del siglo pasado, ni si quiera la de antes del Covid, las placas tectónicas entre sociedad y gobierno se desajustarán cada vez más, abriendo la puerta a tensiones escaladas, confrontaciones, violencia, uso de la fuerza y todo lo demás que surge en el círculo vicioso de la pérdida de confianza en la política, en los acuerdos, en los centros, en la verdadera esperanza en las reales expectativas de un futuro mejor.

O renovamos votos sociedad y gobierno usando los buenos oficios de una nueva buena política en la que todos podamos creer y confiar, o le agregaremos un combustible peligroso al mundo volátil e incierto en el que estamos inmersos.

Se trata de una transformación profunda y estructural que requiere un alto nivel de conciencia entre los actores. No será fácil. No se dará por solo pedirla y ponerle algo de voluntad. Este será -ojalá- uno de los cambios más estructurales de esta época y más necesarios para una verdadera evolución humana.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única de la autora.

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