Desde su arribo al aeropuerto de la Ciudad de México, la visita de los Kennedy fue un sueño del turismo más que un encuentro de Estado. Las reseñas y los encabezados de la prensa de los Estados Unidos harían palidecer o enojarían a quienes critican todos los días los elogios y las preguntas a modo que ocurren a diario en las mañaneras por parte de los persistentes periodistas que, de la noche a la mañana, destacaron en el firmamento de los medios de comunicación mexicanos.
“Un millón festeja” a la pareja presidencial estadounidense, cabeceó en primera plana The New York Times de entonces, con nota firmada por otro Kennedy, Paul P., en reporte especial para el diario. “Nunca antes visto”, “ni un solo incidente de consideración”, fueron los titulares y comentarios que llenaron de adjetivos el encuentro por parte de esa misma prensa del norte que hoy es acusada de parcial y falsa por el mandatario de su propia nación.
Por su lado, López Mateos, atacado por la oposición conservadora nacional por sus políticas sociales orientadas a los segmentos de trabajadores y campesinos, su crítica abierta a los empresarios de la época, y su pretensión de regresar al Estado el control de la producción de energía eléctrica, fue el anfitrión perfecto, junto a miles de capitalinos que disfrutaron con la presencia de los Kennedy en la Basílica y en el Museo de Antropología, entre otros lugares emblemáticos para los visitantes internacionales a la capital.
En la cumbre del recorrido, la voz suave de Jackie Kennedy dirigió un discurso en español que opacó la figura de su carismático marido. Fue perfecto. En lo político y en lo diplomático.