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#ColumnaInvitada | Educación a distancia: brechas y retos frente a la pandemia

Es penoso constatar que es una ilusión el acceso universal a las tecnologías de la información y la comunicación, escribe José Manuel Martínez.
jue 25 junio 2020 11:00 AM
Educación en casa - educación a distancia - educación on line - autodidacta
La educación a distancia no es como la plantean los manuales y la realidad es distinta a los promocionales de escuelas y autoridades educativas.

La emergencia por el COVID-19 puso de manifiesto que en plena era tecnológica y digital existe un amplio sector social en México que carece de las habilidades para el trabajo en línea o a distancia y, lo que es más penoso de constatar: que es una ilusión el acceso universal a las tecnologías de la información y la comunicación. Muchos padres, alumnos y maestros de nuestro país no tienen acceso a las plataformas virtuales, a una Laptop o una computadora de escritorio, a un teléfono celular con las aplicaciones necesarias para realizar las tareas asignadas o a una conectividad eficiente. La brecha social se profundiza con la hendidura digital.

Otros retos que es oportuno mencionar son: a) los padres se convirtieron en docentes, b) los docentes pretendieron dar clases de la manera tradicional, pero ahora utilizando las plataformas digitales, c) se intentó la reproducción de los “horarios de clase”, d) los estudiantes tienen dificultades para utilizar la tecnología más allá de la interacción inmediatista que establecen en las redes sociales y, en general, e) la llamada “brecha tecnológica”.

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De manera adicional a lo anterior, conviene reflexionar sobre la dificultad de la escuela y del docente para pensar su quehacer más allá de las aulas. Si en periodos “normales” existe resistencia a esta posibilidad por diversos factores, siendo el más común el temor a “perder” autoridad sobre los estudiantes, o sobre las estrategias didácticas o sobre los productos escolares, en este alejamiento “impuesto” por la emergencia sanitaria, los agentes educativos se han visto orillados a trabajar a distancia sin ese clásico “control”. Esto ha significado un verdadero reto, pero también un área de oportunidad. En muchos casos la adaptación se ha transformado en innovación, y en el menor de los casos, en nuevos aprendizajes para todos.

Ahora bien, es importante que como docentes insistamos en que nuestra práctica profesional no debe quedar superada por estos retos, al contrario: planear, desarrollar actividades y evaluar es la esencia de nuestro quehacer profesional. Y a la distancia, debemos seguir haciéndolo, con los ajustes que requiere este nuevo reto. Por ejemplo:

1) Reconocer que nuestros estudiantes tienen distintos estilos de aprendizaje. Así que la Planeación debe considerar explicaciones en diversas modalidades, para alcanzar al mayor número de estudiantes.

2) Comprender que los jóvenes, aunque son nativos digitales, no dominan per se las herramientas virtuales, razón por la cual ha sido necesaria una capacitación exprés para que aprendan a utilizar Classroom, Meet, Zoom, Youtube, Like, entre otras.

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3) El trabajo a distancia implica disciplina, compromiso y autoconciencia. El estudiante debe involucrarse libre y voluntariamente; por ello, es importante motivarlo de forma permanente.

4) Como este trabajo a distancia fue impuesto por la contingencia, se requiere mucha mayor flexibilidad que en las planeaciones de los cursos en línea creados ex profeso. Debemos comprender que el plan de estudios es ahora una guía, más no la meta.

5) Docentes y autoridades educativas han generado procedimientos de diversa índole, a fin de superar los límites impuestos por la carencia de herramientas o habilidades digitales para el trabajo a distancia. Entre estos procedimientos están: dejar las tareas y “fotocopias” en la tiendita de la esquina; las llamadas telefónicas para indicar el trabajo a realizar por parte de los estudiantes; los mensajes de texto o en WhatsApp.

Éstas y otras han sido parte de las estrategias instrumentadas para favorecer la inclusión de quienes no pueden o no tienen forma de asumir las ventajas de la tecnología y para cumplir el propósito fundamental de la educación: el aprendizaje.

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Nota del editor: el autor es docente de las Maestrías en Intervención Educativa e Innovación Educativa y doctorante en Educación en la Universidad Intercontinental (UIC).

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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