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Los pobres en el lopezobradorismo: política sin políticas

El líder social que hizo una carrera en la oposición repitiendo “primero los pobres” ya tiene el poder, pero en esta hora de la verdad los está abandonando a su suerte.
mar 16 junio 2020 11:59 PM
AMLO-Subasta
Los apoyos que antes se dieron a los pobres, no se han visto en esta epidemia.

La pobreza en este sexenio es más un recurso de la retórica política que un problema para el cual se piensen soluciones de política pública. Sí, es cierto que el presidente ha puesto a los pobres en el centro de su agenda; pero tambien es cierto que esa agenda los concibe menos como ciudadanos que atender que como un símbolo por reivindicar o una clientela por construir. Se habla mucho de las cantidades de dinero que se gastan en los programas sociales de esta administración; se dice poco sobre lo opacos que son y sobre sus deficiencias en términos de diseño, implementación e impacto. Se insiste en la convicción moral “por el bien de todos, primero los pobres”; sin embargo, no se invierte en desarrollar las capacidades estatales para hacer una diferencia efectiva en sus condiciones de vida.

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La emergencia sanitaria por el Covid-19 y sus consecuencias económicas han hecho aún más visible esa incongruencia tan característica del lopezobradorismo. En un principio se argumentó en contra de hacer obligatorias las medidas de suspensión de actividades y de confinamiento porque muchos mexicanos pobres viven al día y no pueden dejar de ir a trabajar. Pero cuando de todos modos se impulsaron dichas medidas, aunque fuera solo de manera voluntaria, no se desplegó ningún programa ad hoc que tomara en serio aquel certero argumento inicial y apoyara cabalmente a la población vulnerable. Recursos había: si los pobres fueran de veras primero, se habrían podido suspender las obras del nuevo aeropuerto en Santa Lucía, de la refinería en Dos Bocas, del Tren Maya, etc. Lo que prevaleció no fue un compromiso social sino los caprichos del presidente.

Y ahora, justo cuando López-Gatell asegura que entramos en la semana de “pico máximo”, y cuando más falta haría un programa gubernamental para ayudar específicamente a los pobres a seguir las recomendaciones del subsecretario y quedarse en casa para minimizar su riesgo, López Obrador escribe un decálogo y transmite un mensaje en los que de modo apenas disimulado transfiere a la población toda la responsabilidad de evitar más contagios. Desde luego que en un momento de semejante gravedad todos tenemos la obligación de cuidarnos unos a otros. Pero de ahí a que el presidente se deslinde de una calamidad colectiva e ignore que esta no se resuelve dándo ánimos ni apelando a la aptitud individual, porque la capacidad de cuidarse no es la misma para quienes tienen ahorros o pueden trabajar desde su casa que para quienes no pueden hacerlo, hay un acto ya no digamos de negligencia sino de crueldad, es decir, de indiferencia hacia el sufrimiento de los demás cuando hay un remedio disponible. El líder social que hizo una carrera en la oposición repitiendo “primero los pobres” ya tiene el poder, pero en esta hora de la verdad los está abandonando a su suerte.

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Que no haya excusas ni pretextos, esta no es una fatalidad del destino sino una decisión del presidente. Había margen de maniobra, había maneras de obtener recursos adicionales, había muchos ejemplos y recomendaciones sobre la mesa. Una mejor respuesta era posible. Bastaba con querer aprender de lo que han hecho otros países, con escuchar las propuestas de la academia, la sociedad civil, los organismos internacionales, los partidos políticos, incluso desde el interior del gobierno. Hubo ideas, hubo opciones, hubo advertencias. Lo que no hubo fue voluntad para que los pobres pasaran de ser una prioridad en el discurso político a una prioridad de la política pública.

"Hay como un concurso de quién me insulta más" | #EnSegundos

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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