En algún momento pensé que esta generación estaría marcada por la inteligencia artificial, la realidad aumentada, el Brexit o los nuevos populismos de siglo 21. Evidentemente, desde hace seis meses supe que más bien, seríamos la generación covidiana que tuvo que vivir y remontar al Covid-19 como pandemia global y también, la que tuvo que enfrentar una crisis económica mundial que expuso las debilidades de los países, incluido México, en materia de estado de derecho, gobierno, gobernabilidad, liderazgo empático y efectivo, acceso al derecho elemental a la salud, infraestructura hospitalaria y de atención médica, redes de protección social, disponibilidad y disposición política para utilizar instrumentos fiscales, monetarios y financieros, entre muchas otras.
#ColumnaInvitada | No podemos respirar
Se trata de un momento de crisis multidimensionales y simultáneas: enfermedad, sistemas de salud, desempleo, cierres de empresas, institucionales, políticas y más recientes, de carácter social. George Floyd, ya no peleando, si no rogando por su vida ante la rodilla asfixiante del policía de Minnesota que más que tenerlo bajo custodia, lo estaba asesinando y acabó por hacerlo, dijo unas palabras tan inolvidables como icónicas de los momentos que estamos viviendo: ¡No puedo respirar!
Este grito desesperado, que estaba dirigido a la violencia policiaca en Estados Unidos, tiene un símil en el que hacen los contagiados por Covid-19 que físicamente no pueden respirar y requieren uno de los escasos respiradores artificiales en un hospital; también es el grito de aquellas personas vulnerables que carecen de redes de protección social y se golpean contra el suelo para llevar alimento de manera cotidiana a sus viviendas de lámina y cartón.
Es el grito del empresario micro, pequeño y mediano que no encuentra cómo continuar pagando aunque sea medios sueldos a su personal y baja la cortina de su negocio para siempre; es el grito del gran empresario que reajusta la cantidad de empleo que genera para tratar de seguir operando cuando verdaderamente se aplane la curva; es el grito del transportista cuyo video ha circulado recientemente en redes, desolado y frustrado porque despachó a uno de sus camiones para poder pagarle a su personal, y en el contexto de la inseguridad exacerbada, le es impunemente robado todo.
Es el grito ahogado de muchos que nos asumimos demócratas y que entendemos que hay otro proyecto político en curso, que aunque no compartamos en los cómos, hay que apoyar como mexicanos que somos, pero vemos con frustración cómo –según el INEGI– la corrupción fue más en 2019 que en 2017; que el primer trimestre de 2020 es el más violento de la historia según los números del propio Sistema Nacional de Seguridad Pública; que la violencia contra las mujeres se ha incrementado en 70% como resultado del confinamiento y la falta de estado de derecho; que CONEVAL espera entre 9 y 11 millones de nuevos pobres este año; que el INEGI confirma que al día de hoy hay 12 millones de personas en paro laboral por la inactividad económica; que se prefiere seguir tirando cantidades absurdas de dinero de los mexicanos para producir de manera romántica, financieramente inviable y altamente contaminante, petróleo que nos va a costar producir y costar vender, y nos va a costar más bajas de calificación a Pemex y al soberano, incrementando nuestra deuda; y que en vez del crecimiento económico prometido de 6 o de 4, tendremos un promedio de crecimiento negativo de al menos -3% durante 2019 y 2020; que en vez de incrementarse los 37 trimestres consecutivos de crecimiento económico, llevamos ya 5 trimestres seguidos decreciendo.
De veras, no todos somos adversarios, ni enemigos, ni complotistas, ni queremos que le vaya mal a México. Pero ahí están los números de los resultados a la vista de todos. Y somos mexicanas y mexicanos de carne y hueso que aunque no compartamos su ideología, respetamos la democracia, amamos a nuestro país y deseamos con todo nuestro corazón que le vaya bien.
Y si las cosas estuvieran haciéndose de manera distinta y estuviéramos mejorando, reconoceríamos que hay formas diferentes al pensamiento propio que pueden ser exitosas y efectivas. El problema es que en todos los indicadores estamos peor: empleo, desempleo, pobreza, inseguridad, violencia, libertades, equilibrio de poderes, crecimiento económico, confianza del consumidor, confianza de los inversionistas nacionales y extranjeros, perspectivas económicas.
Y no podemos echarle la culpa de todo al coronavirus. Como dice Banco de México, ya veníamos mal desde 2019, creando mucha incertidumbre y sin crecer. Y también como dicen Banco de México, la OCDE y el FMI, la devastación y duración de esta crisis va a depender en gran medida de las decisiones que se tomen internamente para enfrentarla. ¿Planes para la reconsideración? Aquí estamos puestos para apoyar. Somos 130 millones de mexicanos tratando de respirar.
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