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#ColumnaInvitada | México a la vuelta de la neonormalidad y la esperanza

¿Cuál será el saldo de la cuarentena? ¿Qué buenos o malos hábitos habremos adquirido los mexicanos?
lun 18 mayo 2020 06:45 PM
Personas usan cubrebocas durante evento en la CDMX
El uso de cubrebocas se volverá, al parecer, parte de la vida cotidiana.

Un nuevo hábito se adquiere en tan sólo 21 días. Lo decía Aristóteles y lo corrobora la psiquiatría actual. ¿Cuántas semanas llevamos de encierro? ¿Ocho, nueve? Tiempo de sobra para conjurar nuestras viejas manías y para estrenar nuevos hábitos (no exactamente monjiles). Todo parece nuevo a últimas fechas. Los abuelos sacuden la cabeza de un lado a otro y afirman que nunca antes, en su vida, habían atestiguado algo parecido. El gobierno ha comenzado a hablar de “nueva normalidad”, dándonos a entender que no habrá retorno simple a nuestra rutina de antes. No se trata de un paréntesis. Hemos franqueado un umbral. El futuro aún se agazapa en las sombras sin que termine de perfilarse. Lo que sea, será “nuevo”. Y al cabo de 21 días, lo novedoso será normal.

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¿Cuál será el saldo de la cuarentena? ¿Qué buenos o malos hábitos habremos adquirido los mexicanos? Habrá secuelas de todo tipo. Psicológicas en primera instancia. ¿Cuántos mexicanos no logramos conciliar el sueño y nos pasamos en vela hasta las tantas de la madrugada, moviéndonos de aquí para allá, entre sudores y palpitaciones, para despertarnos cuatro o cinco horas más tarde, ojerosos y desconcertados? Lo de menos será regularizar el sueño.

Me imagino a mí mismo saliendo de casa como el esclavo de Platón que ha pasado toda su vida dentro de una caverna y que no soporta la luz directa del sol. Una vez que se acostumbren los ojos, nos daremos cuenta de que la fisonomía de la ciudad ha sufrido una transformación profunda. Muchos negocios habrán bajado su cortina para siempre. Los dueños, o habrán fallecido, o habrán visto con impotencia cómo su capital se desvanecía en el aire. ¿Qué ocurrirá con los miles, cientos de miles de trabajadores que han sido despedidos y que no encontrarán acomodo en la “nueva normalidad” de plantilla reducida? ¿Engrosarán las filas de la delincuencia? ¿Nos espera una oleada de criminalidad? ¿Es siquiera concebible un México más violento? ¿Y qué pasará –qué está pasando– en el seno de las familias mexicanas, que ya de por sí viven o sobreviven bajo la espada de Damocles de la precariedad y el hacinamiento? El Registro Civil que hoy trabaja las 24 horas para extender actas de defunción, extenderá en el futuro, a igual ritmo, actas de divorcio.

¿La “nueva normalidad” traerá consigo un “nuevo mundo”? No somos adivinos para saber a ciencia cierta qué nos deparará el futuro. Lo que sí sabemos es que ya antes ha habido “nuevos mundos” y “nuevas patrias”. El Inca Garcilaso de la Vega, en sus Comentarios Reales de los Incas (1609), dedica un primer capítulo a explicar a sus lectores europeos que el “nuevo mundo” no era un nuevo mundo en sentido literal. Existía por entonces la creencia muy esparcida de que los barcos, en su viaje a América, quién sabe cómo, salían de este mundo, acaso de este planeta, e ingresaban a otro plano de la realidad. Nosotros no compartimos la ingenuidad del siglo XVII.

#QuéPasóCon la "nueva normalidad" ante el COVID-19

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El “nuevo mundo”, de haberlo, será un “nuevo horizonte de comprensión”. Veremos nuestros alrededores desde una perspectiva insólita. Habrá cosas, objetos, fenómenos enteros que desaparecerán de nuestra vista y otros tantos que emergerán de golpe. Pongo un ejemplo: hoy a algunos nos parecen “inhumanas” y “frías” las apps para encontrar pareja. En el futuro próximo serán la forma más higiénica, razonable y responsable de socializar. Lo inhumano, lo sucio, lo aberrante será lo otro: meterse en un bodegón repleto de personas, cada una de las cuales es un potencial foco de infección.

En 1921, Ramón López Velarde, nuestro vate nacional, hablaba de una “patria novedosa”. Con la Revolución de 1910 no sólo habían cambiado los hombres en el gabinete, sino que la Historia había dado a luz a un “nuevo hombre mexicano”. No había marcha atrás. La Revolución marcaba un antes y un después. El mexicano posrevolucionario compartía nombre con el mexicano del porfirismo, pero nada más. Su “ser”, su “esencia”, era otro.

El discurso de la 4T se enriquece con nuevos términos. Ya era hora. La letanía de la corrupción y de la regeneración moral, con todo lo atinada que pudiera ser, comenzaba a sonar repetitiva y corría el riesgo de convertirse en un huero slogan. “Nueva normalidad”. La expresión está preñada de presagios y de incitaciones. A esta “nueva normalidad” se le añade otra expresión: “municipios de la esperanza”. La figura jurídica del municipio fue, desde la Revolución, un motivo de esperanza: son dos palabras que se unen de manera casi natural y obvia. ¿No fue esta misma Esperanza la que se nos cayó de Catedral en el terremoto de 2017? El gobierno se ha propuesto la tarea titánica de su restauración.

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Nota del editor: el autor es maestro en Filosofía. Es autor de La revolución inconclusa. La filosofía de Emilio Uranga, artífice oculto del PRI (Ariel, 2018).

Twitter: @Jmcuellarm

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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