Para la primera semana de marzo una buena parte de los candidatos y candidatas habían abandonado la contienda demócrata y manifestado su apoyo a favor del expresidente Joe Biden, el senador por Vermont, Bernie Sanders señaló que seguiría peleando la candidatura, aunque las posibilidades fueran remotas.
Después de varias semanas en las que se suspendieron por completo las elecciones primarias en buena parte de los estados –con excepción de Wisconsin–, y ante la incertidumbre sobre cuándo se retomarían, el senador Sanders –mostrando un gran talante democrático– optó por suspender su campaña; es decir, bajarse de la contienda interna de su partido. Esto fue una muy buena señal, pues no sólo definió que la candidatura fuera para el exvicepresidente Biden, sino que también permitirá que los esfuerzos demócratas se centren en competir con Donald Trump y ya no entre ellos.
Pero el senador no solo se quedó ahí, sino que a pesar de no compartir varias propuestas de Biden, se expresó de forma elocuente de quien hasta momento era su mayor rival en la contienda y anunció públicamente su total apoyo a la candidatura de Biden, tal como ya lo habían hecho la mayoría de los otros excandidatos. A estos apoyos, se sumó el respaldo del expresidente Obama, lo que precipitó que la más reticente en mostrar su apoyo, Elizabeth Warren, se pronunciara en favor de Biden. Con ello todos y todas las que aspiraban a la candidatura presidencial cerraron filas en favor de Biden, junto con los principales liderazgos políticos del partido. De manera que ahora los demócratas tienen un objetivo común: vencer a Trump en las elecciones del próximo 3 de noviembre.