¿Hay alguna restricción para que el presidente salude a una persona sea un ciudadano honesto, el familiar de un delincuente o una privada legalmente de la libertad por haber sido sentenciado? ¡Absolutamente no! Sin embargo, sí hay varios elementos que deben ser analizados por las implicaciones que esto tiene.
El presidente no sólo se representa a sí mismo, representa al Estado Mexicano, tener deferencias especiales para la mamá de un hombre que ha condenado comunidades enteras al subdesarrollo, al desplazamiento forzado, al dolor; un delincuente que inundó las calles de nuestro país con drogas que han acabado con la vida de tantos; un delincuente que torturó, mató y desapareció a muchos –entre ellos muchas autoridades–-; un delincuente que le ha costado a nuestro país prestigio internacional y para el que se destinaron millones para atraparlo y arrestarlo; permite plantear preguntas serias acerca de qué relación habrá de tener este gobierno con los delincuentes.
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Una señal que se adscribe a otros dichos que muestran un patrón de relación ambigua entre los delincuentes y su gobierno, López por un lado ha reconocido a éstos: “...los delincuentes son pueblo bueno...”, “...los delincuentes son víctimas de un modelo económico...”, “...abrazos y no balazos...”; mientras que por otro ha condenado a quienes los han combatido: “...la Policía Federal es corrupta e ineficaz...”.
De manera similar, ¿por qué un presidente que descalifica a colectivos y movimientos de víctimas, a activistas e incluso autoridades, se toma el tiempo para atender a la mamá de ‘El Chapo’? Si López hubiera mostrado empatía con los colectivos feministas, ante las más de 30 mil víctimas de homicidio, las familias de los 9000 desaparecidos, los centenares de miles de víctimas de otros delitos que se acumularon en su primer año de gobierno, nada habría de sorprender o cuestionársele por atender personalmente a la mamá de uno de los delincuentes más peligrosos del mundo.