“Muchos tienen miedo”, me confesó una médica de La Raza, “por el momento lo único que nos dan son cubrebocas y lentes chafas”. Se les ha dicho que no hay suficientes ventiladores pero el problema, saben los neumólogos, es aún más grave.
Los ventiladores son aparatos complejos y, aunque tuviéramos miles, no necesariamente tenemos suficientes médicos que tengan la experiencia necesaria para usarlos. Usar un ventilador requiere tener al paciente con un coma inducido, saber de farmacología, entender cómo y cuándo moverlo para que no se escaree por presión, alimentarlo por vía distinta al intestino y realizar una serie de maniobras para que el paciente no se infecte. La gran mayoría de los médicos no tienen esta especialidad.
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No es nuevo que los médicos mexicanos se enfrenten a adversidades. Los hospitales ya están rebasados de por sí, aún sin COVID-19. El Instituto Nacional de Cancerología, el Hospital General Dr. Manuel Gea González, ya muchos hospitales, operan a marchas forzadas desde hace tiempo.
En cierta forma, el médico mexicano está acostumbrado a la precariedad, a dar diagnósticos sin estudios y a tratar enfermos con la menos cantidad posible de recursos. Sin embargo, ahora hay miedo. En la “tarjeta de acción para protección de salud” que les hicieron llegar se especifica que para proteger al personal de salud, por cada paciente con COVID-19 se necesita tener 25 batas de manga larga, 25 cubre bocas, 50 guantes no estériles, un equipo de protección ocular y 4 respiradores N95 (para usarse en áreas donde se generen aerosoles). Hay temor a que no haya suficiente muy pronto.