Los apoyos monetarios que se den no deberán darse por medio de los Centros de Bienestar y los Servidores de la Nación por una simple razón: están rebasados de capacidad y tienen problemas severos de organización. Será imperante crear una alianza público-privada sin precedentes para hacer llegar la ayuda de forma rápida y eficaz.
Una segunda medida será proteger a empresas más grandes que puedan quebrar. Esto se podrá hacer, pero solo bajo condiciones estrictas. Se debe buscar que los beneficios lleguen primero y por encima de todo a los trabajadores y no a los accionistas.
Cualquier empresa grande que reciba un estímulo deberá probar que no despedirá a uno solo de sus empleados, que mantendrá su nómina por arriba del salario mínimo, y que no dará bonos de productividad o aumentos de salario a sus ejecutivos y directivos.
No se deberá permitir que la industria se aproveche de la emergencia sanitaria para empujar agendas individualistas como volver a usar bolsas de plástico o eliminar el etiquetado frontal. Más aún, se debe asegurar que las industrias rescatadas no creen preponderancia de mercado, no operen como monopolio y se comprometan al pago de impuestos sin condonación. No se puede rescatar con un cheque en blanco sino con la certeza de que el beneficiario principal será el mexicano promedio.
Opinión: ¿El dinero mata al virus o protege a la población activa?
Empujar un programa de inversión en infraestructura e inversiones en energía limpia (no en hidrocarburos) son también buenos pasos. La inversión en energías no renovables deberá dejarse a un lado y se deberán cancelar proyectos que no tienen viabilidad económica, ambiental o técnica como son el Tren Maya, la Refinería de Dos Bocas y el Aeropuerto de Santa Lucía. Es momento de dejar ideologías a un lado y colaborar todos.
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