Andrés Manuel López Obrador quiso el poder por más de dos décadas. Lo quiso como nadie lo ha querido en la historia moderna de México. Y lo quiso desde el convencimiento de su propia capacidad y de una suerte de predestinación. Desde su debut formal en el gran escenario político nacional en el año 2000, López Obrador ha insistido que él, a diferencia de otros, sabría llevar las riendas. A lo largo de tres campañas presidenciales, sus simpatizantes insistieron en que México estaría “mejor con López Obrador”. Era una promesa de honestidad, pero también de eficacia; él sí sabría gobernar. Pues bien: ha llegado el momento de demostrarlo.
#LaEstampa | La hora de la verdad
La historia es caprichosa y no conoce de avisos ni reconoce nuestros planes. Es improbable que el presidente de México contemplara una pandemia como el verdadero parteaguas de su sexenio, la prueba máxima en su oportunidad de gobernar. López Obrador tenía otras prioridades, una transformación que había que poner en marcha desde adentro, desde la política interior, sin importar los vientos de otros lares.
Pero la historia le ha cambiado el rumbo al gobierno lopezobradorista. La transformación tendrá que comenzar primero con el resguardo de lo elemental: la salud de los mexicanos. Como ocurrirá con todos los otros presidentes en el poder a principios del 2020, el gobierno de López Obrador y su lugar en la historia dependen de su respuesta a la crisis de la gran pandemia.
Recomendamos: AMLO adelanta apoyos para menores con discapacidad ante coronavirus
Nadie en su sano juicio, ni siquiera los verdaderos adversarios del presidente de México (que son muchos menos de los que imagina en su paranoia a veces tan febril), pueden desear que fracase porque ese fracaso significaría la muerte de cientos de miles.
En este tema, más que en ningún otro en nuestra historia moderna, el éxito del presidente es la salvación del país. Es curioso: no podría haber mejor coyuntura que la emergencia para que un hombre que se asume providencial y ha buscado el poder afanosamente con la carta de presentación de su supuesta eficacia administrativa demuestre de qué está hecho.
Por lo pronto, el presidente y su equipo lo han apostado todo a una estrategia singular, que incluye al propio López Obrador jugando el extraño papel de porrista de la normalidad. La apuesta es por la contención de los daños en salud y economía. De su éxito depende buena parte del futuro inmediato de México y el destino del proyecto presidencial, a corto, mediano y largo plazo.
Es la hora de la verdad.
____________________
Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.