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#LaEstampa | ¿El primer responsable es el primer irresponsable?

Cuando todos los jefes de Estado del mundo evitan multitudes, besos, abrazos y selfies, el presidente de México se deja besar y, peor todavía, besa de vuelta.
jue 19 marzo 2020 06:08 PM
AMLO en Guerrero
Pese a que la Secretaría de Salud ha recomendado tomar medidas preventivas para evitar el contagio del coronaviruas Covid-19, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha mantenido la realización de eventos públicos. Este sábado, estuvo en localidades de Guerrero.

Hace unas semanas preguntábamos en este espacio qué ganaba realmente el presidente López Obrador con su enigmático antagonismo al movimiento contra la violencia de género. Cuando lo responsable y hasta políticamente redituable era respaldar la lucha de las mujeres mexicanas, el presidente optó por lo contrario: las hizo menos, las cuestionó, las antagonizó.

Hoy el mundo es otro, pero las dudas sobre la conducta presidencial permanecen, ahora frente a la crisis de vida o muerte que supone la pandemia de COVID-19.

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En los últimos días, el presidente de México se ha obstinado en no ofrecer el ejemplo de distancia social e higiene personal recomendadas por absolutamente todas las autoridades de salud del planeta. Cuando todos los jefes de Estado del mundo evitan multitudes, besos, abrazos y selfies, el presidente de México se deja besar y, peor todavía, besa de vuelta. Al momento en el que la canciller Merkel habla del mayor desafío para Alemania desde la Segunda Guerra Mundial, López Obrador saca del bolsillo estampitas religiosas y amuletos varios. “Mis guardaespaldas”, anuncia al mundo.

¿Qué es esto?

Una posibilidad es que el presidente crea que su papel es inspirar confianza y ánimo en tiempos de incertidumbre. Es una misión loable, pero equivocada. Uno imagina que en tiempos de crisis –y en especial en una pandemia– un presidente inspira confianza a través del ejemplo y el ejercicio de la responsabilidad. El responsable del Estado mexicano no puede ser el primer irresponsable. Es una contradicción inaceptable.

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La otra posibilidad es que Andrés Manuel López Obrador se sienta, en lo profundo, extrañamente mágico. Que este hombre, que se ha vendido como progresista, en realidad sea profundamente conservador; un hombre religioso hasta la ceguera mística que se asume como un providencial, protegido por amuletos, estampas y dichos. Esto al menos explicaría su descaro cuando enfrenta un peligro particularmente grave (a los 66 años y con una afección cardiaca, el presidente está en el demográfico en mayor riesgo). Quizá el presidente de verdad se ve a sí mismo como una suerte de predestinado. ¿Qué riesgo puede enfrentar alguien que se dirige –en su muy particular concepción del mundo– de manera tan inexorable, tan inevitable hacia la Historia, con “h” mayúscula?

Portar cubrebocas y guantes puede resultar contraproducente en estos casos

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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