En los últimos días, el presidente de México se ha obstinado en no ofrecer el ejemplo de distancia social e higiene personal recomendadas por absolutamente todas las autoridades de salud del planeta. Cuando todos los jefes de Estado del mundo evitan multitudes, besos, abrazos y selfies, el presidente de México se deja besar y, peor todavía, besa de vuelta. Al momento en el que la canciller Merkel habla del mayor desafío para Alemania desde la Segunda Guerra Mundial, López Obrador saca del bolsillo estampitas religiosas y amuletos varios. “Mis guardaespaldas”, anuncia al mundo.
¿Qué es esto?
Una posibilidad es que el presidente crea que su papel es inspirar confianza y ánimo en tiempos de incertidumbre. Es una misión loable, pero equivocada. Uno imagina que en tiempos de crisis –y en especial en una pandemia– un presidente inspira confianza a través del ejemplo y el ejercicio de la responsabilidad. El responsable del Estado mexicano no puede ser el primer irresponsable. Es una contradicción inaceptable.
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