Bajo la amenaza de la imposición de aranceles y, más grave aún, de la implosión de las pláticas para concretar el nuevo tratado, Andrés Manuel López Obrador permitió que Trump usara la agenda migratoria como herramienta de negociación en la agenda comercial. Antes que oponer resistencia, López Obrador ordenó decir que sí a todo. A absolutamente todo. Militarizó la frontera sur, cambió la política migratoria mexicana 180 grados y aceptó el polémico y brutal programa de repatriación conocido como “Permanecer en México”. Todo con tal de evitar que el tratado no cuajara.
Bueno: ya cuajó. Listo. Se ha ido el peligro que tanto, tantísimo miedo le daba al gobierno.
¿Será posible que ahora, que Trump ya no tiene a la mano la guillotina, el presidente de México se atreva a por lo menos parecerse al hombre valiente que dijo ser en campaña? Una vez superado el reto comercial, ¿podría darse el milagro de que el gobierno mexicano recupere la dignidad frente a Trump, un hombre que no ha parado de agredir a México desde que comenzó su campaña? Veremos.
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