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#ColumnaInvitada | El valor de la mujer para el progreso nacional

El progreso nacional no alcanzará las metas que necesita mientras no se reconozca, valore y restablezca el lugar de las mujeres en la sociedad.
mar 10 marzo 2020 06:30 AM
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Este lunes, muchas mujeres continuaron trabajando por obtener un beneficio económico.

En México, las instituciones, las empresas y las organizaciones tanto públicas como privadas están perdiendo valor, productividad, efectividad y prestigio, por no reconocer el aporte de las mujeres.

El progreso nacional no se está alcanzando mientras que no se reconozca, valore, y restablezca el lugar de las mujeres en la sociedad, así como su importancia para la vida pública, institucional y empresarial de México.

Por ello, la pertenencia de la mujer en una organización pública o privada debe visualizarse como decisiva para la producción o el logro de las metas institucionales. La mujer no es un empleado más: es quien puede hacer la diferencia para elevar la productividad, para generar nuevos logros, nuevos productos, nuevos enfoques, nuevos caminos de progreso. La mujer es clave para la innovación, el valor que debe ser el más apreciado en una organización o institución que busca trascender.

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Los tiempos actuales disponen que la prosperidad del sistema económico y su reequilibrio ante las inevitables crisis depende del ingreso de la mujer en el mercado laboral. Ello tiene por consecuencia que la economía familiar sea estable, y se eleve la calidad de vida de las familias. Por eso es clave que el trabajo femenino sea remunerado conforme a un estándar de igualdad de condiciones frente al trabajo masculino.

No obstante, en México, se observa que el desempeño laboral de las mujeres es poco valorado. Ello, sumado a la falta de respeto social a la figura femenina por no poder superar modelos de trato retrógrados, estamos presenciando un estancamiento de la vida económica del país, que a su vez enfrenta desafíos graves, tales como lo son principalmente el avance del coronavirus impactando en el mercado global, o los conflictos en Medio Oriente que conllevan a un alza en el crudo y sus derivados.

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Discriminar a la mujer en el ámbito laboral tiene un considerable costo económico, pero incluirla puede ser la clave del bienestar económico. El Fondo Monetario Internacional ha señalado que cerrar la brecha de género en el empleo puede incrementar el Producto Interno Bruto en un 35 por ciento, lo cual significa que obstaculizar a las mujeres es obstaculizar la prosperidad económica de un país.

Incluso con el reconocimiento no es suficiente, dado que se requiere plena inclusión: la presencia de una mujer en una organización no será suficiente mientras que no esté incluida en la toma de decisiones. Muchas instituciones y organizaciones tanto públicas y privadas ensalzan la figura de sus colaboradoras, pero no derriban los muros internos para que la mujer pueda decidir, o bien, asesorar a los tomadores de decisiones. La imagen de la mujer también es tomada como un trofeo en el ámbito laboral, sin valorar su mérito académico y profesional, los sacrificios personales para haberlos alcanzado, su deseo de realización al laborar en su organización, así como su ahínco y buena fe para ayudar a su institución u organización, y llevarla al éxito.

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La mujer es un ente único, pero su valor es menospreciado. Por lo tanto, el valor que se le otorgue al contingente femenino, dependerá el progreso nacional. Y del respeto que se le de a las mujeres en su integridad, su seguridad, bienestar, y su capacidad de decisión e inclusión profesional, se demostrará qué tan avanzada es la sociedad mexicana. Las sociedades que maltratan a sus mujeres, no progresan.

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A las mujeres solo nos queda el camino del cambio, el cual se alcanza por diversos medios:

Un cambio se vio el domingo 8 de marzo ante la marcha de protesta femenina, en la que miles de mujeres consideraron que la marcha puede generar un cambio. La protesta es un grito colectivo que debe derivar en un unísono, y su gran logro ha sido concientizar, al elevar la voz ante la exigencia de nuestro derecho. Pero si bien la protesta social es válida, no debe convertirse en un oxímoron: el vandalismo y la violencia de mujeres hacia mujeres en una marcha contra la violencia hacia las mujeres desvirtúa su propósito y disminuye el apoyo social hacia la causa de la protesta, la cual bien puede nacer de buena fe, pero puede caer en una incongruencia y derivar en el desapego social, por lo que es recomendable que la causa feminista se preserve incólume de violencia.

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Otro medio para generar un cambio es la redacción de políticas públicas. La protesta femenina, y la baja productividad a la cual está sujeta la economía mexicana, deriva en la urgente necesidad de renovar el paradigma nacional ante el trato que se nos otorga a las mujeres. Este paradigma se puede realizar al diseñar políticas públicas que promuevan la igualdad laboral, así como el rediseño de la distribución de las cargas de trabajo, una paridad en la remuneración y de acceso a las plazas laborales, así como disminuir la brecha de género y fomentar una colaboración inclusiva de la mujer en las instituciones y organizaciones. Si México logra detonar este paradigma y ponerlo en marcha para permear la vida pública y empresarial nacional, estaremos visualizando un considerable y progresivo aumento al Producto Interno Bruto en los próximos años.

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Finalmente, el camino del cambio más sustancial que logramos las mujeres, es el cambio que cada una hace día con día: el que logramos las mujeres que cumplen sus sueños al levantarse más temprano, el que se hace con nuestro trabajo, superando discriminación y obstáculos, y abriéndonos paso ante las limitaciones sociales e institucionales; el cambio que se demuestra al laborar más tiempo que los hombres, que se estudia más para estar más calificada para el desempeño laboral, al conseguir más productividad, y dejar una huella en la vida de los demás. Esta lucha de cambio es la que tiene el mayor peso, porque con ella, las mujeres convencemos a otros de nuestro valor con nuestras acciones y concientizamos a la sociedad de la necesidad que representamos para su bienestar.

El progreso de una mujer es el progreso de la sociedad. En México, la prosperidad económica, y el éxito de la vida de sus instituciones públicas y privadas, dependerá del cambio de paradigma necesario para restablecer a la mujer en un lugar igualitario, con trato basado en respeto, y con la inclusión necesaria para generar el progreso nacional.

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Nota del editor: la autora es historiadora, maestra en Asuntos Internacionales con Especialidad en Política y Seguridad Internacional por la Universidad Anáhuac México.

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única de la autora.

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