Por otro lado, cuando se localiza a mujeres con vida, en ocasiones el origen de la desaparición se encuentra en la violencia familiar o sexual, es decir, fueron víctimas de delitos de los cuales están huyendo. Este hecho no es, en absoluto, menor, no solo porque evidencia —una vez más— las violencias y la necesidad de atención de manera estructural, sino porque también alerta sobre una posible escalada de violencia que puede culminar en desaparición y/o feminicidio.
Pese a este contexto, en la búsqueda e investigación de la desaparición de mujeres aún no permea la perspectiva de género de forma estructural. ¿Qué implicaría tenerlo?
De acuerdo con los estándares nacionales e internacionales, existe un deber reforzado por parte de todas las autoridades cuando se trata de violencia contra las mujeres, incluyendo, por supuesto, su desaparición. Así, al igual que toda muerte violenta de mujer debe tener siempre como una línea de investigación al feminicidio, toda desaparición de mujer debe siempre tener como una línea de búsqueda el estar vinculada con violencia de género, como la violencia sexual, la familiar, la trata o el feminicidio.
Además, aun si la desaparición pareciera no estar motivada por razones de género, se deben tomar en cuenta las diferentes violencias de las que una desaparecida puede ser víctima por el hecho de ser mujer, como, por ejemplo, la violencia sexual o los embarazos no deseados, aun cuando la desaparición no tuviera, inicialmente, una motivación de género —pensemos, por ejemplo, en un secuestro.
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