El principal argumento de la economista para abolir la actual estructura de ayudas es que la mayoría de gobernantes africanos siguen en sus puestos porque el dinero sigue llegando desde Occidente y de esta forma se sigue apoyando a gobiernos dictatoriales.
Dambisa Moyo dice que 50 mil millones de dólares de ayuda internacional llegan a África cada año y todavía se ve la evidencia abrumadora que demuestra que esta ayuda ha hecho más pobres a los pobres. Además, el crecimiento es muy lento y deja a los países Africanos más endeudados, más propensos a la inflación, más vulnerables a los cambiantes mercados financieros, y son poco atractivos para recibir inversión extranjera.
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La autora que ha trabajado en proyectos macroeconómicos a nivel mundial divide estas ayudas en tres apartados. Las primeras son las que se reciben para aliviar los problemas puntuales de catástrofes, las segundas son las que aportan las instituciones caritativas y ONG y las terceras son las que llegan de la mano del banco mundial y otras instituciones semejantes. Son estas últimas las que, a su juicio, han causado la ruina de África.
Como apoyo a sus tesis presenta el caso de China, un inmenso país, más pobre y más habitado que muchas naciones africanas y que no ha recibido ayudas de ningún tipo. Han salido hacia adelante gracias a la laboriosidad y al espíritu innovador de los chinos. Otros casos semejantes serían los de los países bálticos.
En palabras similares a las de Moyo, también James Shikwati de Kenia ha criticado la ayuda económica —en dinero o en especie— porque, según él, tal ayuda financia a políticos corruptos y daña a los productores locales que no pueden competir en contra de mercadería regalada.