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¿Distractores presidenciales?

AMLO es un experto comunicador que impone su agenda como lo hizo con la venta del avión presidencial, pero el resto de la sociedad ayuda a que esto se vuelva un distractor, dice Don Porfirio Salinas.
lun 17 febrero 2020 06:15 PM
Don Porfirio Salinas
Don Porfirio Salinas es híbrido de política, iniciativa privada y escenario internacional. Priista orgulloso de “el valor de nuestra estirpe” (Beatriz Paredes dixit); antagónico al Peñismo, que atentó contra esta estirpe. Convencido de la política como instrumento de construcción de país, desde cualquier trinchera.

Desde que arrancó este sexenio, el presidente ha mantenido sus mañaneras diarias como principal herramienta de comunicación. Estas mañaneras se han convertido en la manera de fijar las agendas diarias de toda discusión pública, y de todos los medios.

Entiende bien que es un mecanismo ideal para comunicarse con su base, y para distraer a todos sus detractores. Lo sabe, y lo aprovecha a la perfección.

El presidente es un experto comunicador. Él pone temas sobre la agenda, a sabiendas de que todos se volcarán sobre ellos. Los distractores los hacemos nosotros al seguir su juego.

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Basta con ver a diario los titulares y las principales noticias de la gran mayoría de los medios de comunicación. Todos los días hablan de lo que sea que haya dicho el presidente. Son las primeras planas. Cualquier otra noticia pasa a segundo plano.

Y también basta con escuchar las conversaciones diarias de todos los grupos en los que hay detractores del presidente. Hablan sin cesar de la cantidad de “insensateces” que dice o hace este gobierno.

El “distractor” más reciente ha sido la venta del avión presidencial, la lúdica rifa que propuso el presidente y, por supuesto, la cena con empresarios para pasarles la charola el pasado miércoles. Ha sido el tema no de la semana, sino de las últimas semanas.

Cuando anunció por primera vez la posibilidad de la rifa, se pudo convertir en un riesgo importante para sus niveles de aceptación. Pero fue tanta la cobertura, y tan buena su habilidad para aprovecharla, que se convirtió en una importante bandera política para él.

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Cualquier comunicador sabe que la clave para trascender es que su mensaje sea repetido por el mayor número de personas, durante el mayor tiempo posible. Y eso es justo lo que hoy está pasando en México.

Es muy similar a lo que pasó en Estados Unidos durante las elecciones de 2016. Donald Trump estaba rezagado. Pero tuvo la gran idea de publicar ideas extremas, muchas absurdas, todo el tiempo en Twitter, para llamar la atención.

Esto enfureció al establishment y a los medios de comunicación. Y durante todo el periodo electoral se dedicaron a publicar y criticar todos y cada uno de sus tuitazos, y sus declaraciones, creyendo que con eso lo afectarían.

Lo que no entendieron es que, lejos de debilitarlo, habían caído en su juego, dándole interminable cobertura gratuita y haciendo que en todos lados y en todo momento se hablara de él, asegurándole una presencia y proyección que de otra manera no habría tenido.

Todos parecieron olvidar el viejo dicho de: “En política, lo importante es que hablen siempre de ti, aunque sea bien”. Y todos en México parecemos también olvidarlo hoy.

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Si nos detuviéramos a pensar por un momento en los fenómenos comunicacionales, entenderíamos que actuar con la víscera, como hoy parece ser el caso, no solo no afecta a quien señalamos, sino que debilita nuestras posibilidades de ganar la agenda.

Ha habido intentos de algunos actores por no caer en la imposición diaria de agenda de las mañaneras. El sector empresarial instauró su semanera, una conferencia de prensa para hablar de temas del sector. Pero los medios aún no logran despegarse de la agenda presidencial.

El problema se vuelve más profundo. Una de las grandes críticas a la sobrecomunicación presidencial es su discurso polarizador y divisorio, lo cual es completamente cierto.

Sin embargo, esa polarización no tendría el eco que hoy tiene si no fuera replicada a diario y en todo momento por medios y detractores. Y si esos medios y detractores no adoptaran el tono visceral y estridente que han tenido. La polarización en México es de dos vías, y en nadie ha habido prudencia.

Es entendible el dilema de muchos medios. Si salen con estridencia, probablemente vendan más. En una realidad en la que muchos se acostumbraron a solo vivir del erario, necesitan esas ventas para sobrevivir.

Pero es crucial que los medios comiencen a adoptar un rol más encaminado en salvaguardar la gobernabilidad democrática del país, ante la clara inexistencia de oposición y contrapesos políticos. Lo mismo va para todos esos sectores que hoy parecen resentidos por la victoria de la llamada 4T.

Ojalá no sea demasiado tarde cuando nos demos cuenta, todos los actores de la sociedad, de que pudimos controlar mucho mejor la situación. Ojalá que, para cuando tomemos conciencia de los errores, no sea demasiado tarde para evitar una narrativa única que nos afectará a todos.

El presidente está haciendo lo suyo, que es comunicar. Es hora de que quienes se supone son los expertos en la materia dejen de seguir su juego y empiecen a responsabilizarse de cambiarlo. No debe ser muy difícil, lo que falta es claridad de mente y voluntad para hacerlo.

No olvidemos que los distractores los hacemos nosotros.

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Nota del editor: Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.

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