Lo vimos el año pasado, por ejemplo, en Aguascalientes con el PAN. Difícilmente, Morena mantendrá la presencia en estados como Nuevo León, donde MC va viento en popa, o en el Bajío con fuerte presencia del PAN; o en municipios donde el PRI se mantiene como bastión.
El hoy presidente ya no puede dedicarse 100% a hacer campaña. Sí, tiene las mañaneras y sus giras semanales. Pero no podrá estar todo el tiempo en todos los lugares como en 2018, cuando su única obligación era ser candidato.
Eso significa que otro factor fundamental para estas elecciones será que ahora los candidatos sí importarán, a diferencia de 2018 cuando incluso candidatos ausentes de sus campañas o desconocidos por la gente ganaron por el simple efecto de arrastre de López Obrador.
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Lo que se concatena con otro factor: Morena es un partido que nació dividido. En 2018 el competidor no era Morena, era sólo AMLO. Ahora que él no estará presente todo el tiempo, no habrá el efecto de arrastre y el partido tendrá que competir, como todos los otros partidos.
Los problemas de Morena son peores a nivel local que los ya de por sí graves problemas que tiene a nivel nacional. Las estructuras creadas por AMLO solo han generado facciones en pugna: superdelegado estatal, contra presidente estatal, contra coordinador del Congreso Local.
Y el factor principal es que, al día de la elección, habrán transcurrido dos años y medio de gobierno. Un gobierno que, al menos este primer año, ha sido completamente disfuncional e ineficiente, con muy pocos resultados y muchos errores.