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La carrera al 2021

Las elecciones intermedias son relevantes para el partido en el gobierno; desde que empezó la real competencia, en 1988, se tienen fortalecimientos y debacles, por lo que 2021 será clave.
mar 04 febrero 2020 11:50 AM
Don Porfirio Salinas
Don Porfirio Salinas es híbrido de política, iniciativa privada y escenario internacional. Priista orgulloso de “el valor de nuestra estirpe” (Beatriz Paredes dixit); antagónico al Peñismo, que atentó contra esta estirpe. Convencido de la política como instrumento de construcción de país, desde cualquier trinchera.

En octubre de este año comenzará formalmente el proceso electoral 2021. Son elecciones cruciales. Además de la Cámara de Diputados; cambian 15 gubernaturas (aunque Baja California sigue incierta en la SCJN), 29 Congresos locales y casi 2 mil ayuntamientos.

Son casi 3,500 cargos de elección popular, y el padrón será de 96 millones de potenciales electores. Además, es la primera vez que se tendrán elecciones federales y locales concurrentes en las 32 entidades federativas.

Para efectos de la 4T y los planes del Ejecutivo Federal, será determinante el resultado que obtengan en las diputaciones federales. Hoy, esta es la Cámara en la que tienen sólida mayoría calificada y de la cual salen la mayoría de insensateces legislativas ante la falta de un coordinador de altura.

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Muchos analistas y opinadores, desde al menos 2003, argumentan que en las elecciones intermedias siempre se fortalece la oposición. La lectura es carente de sustento ya que, de manera simplista, suelen tomar 1997 como año base, lo cual es incorrecto.

Para identificar una posible tendencia, debemos remontarnos a 1988, cuando comenzaron las elecciones competidas en México. Así, las primeras intermedias son las de 1991, año en el que el PRI se fortaleció significativamente después de perder la mayoría calificada por primera vez en 88.

Después, en 1997 viene la debacle, y el gobierno del PRI pierde por primera vez la mayoría simple, con un notable crecimiento de PAN y PRD. Esta es la primera intermedia en la que la oposición se fortalece.

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Posteriormente, tanto en 2003 como en 2009, los gobiernos del PAN retroceden en las intermedias ante el PRI. Particularmente en 2009, cuando el PRI prácticamente duplica su número de diputados después de haber caído a tercera fuerza por primera vez en las presidenciales de 2006.

Sin embargo, después de recuperar la Presidencia en 2012, en 2015 el PRI no sólo mantiene sino incrementa tímidamente el número de diputados, para alcanzar la mayoría simple en conjunto con sus entonces aliados PVEM y Nueva Alianza.

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Es decir, desde que arrancó la verdadera competencia electoral en México hemos tenido cinco elecciones intermedias. En dos de ellas, con el PRI en el poder, se fortaleció la bancada oficialista; y en tres, con el PRI en el gobierno en una y el PAN en dos, se debilita la bancada oficialista.

Como se puede ver, los resultados son mezclados. Por lo que los resultados de 2021 serán determinantes para ver si ya se marca una tendencia clara de las elecciones intermedias. Entendiendo, por supuesto, que cada elección tiene su dinámica y especificidades propias.

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Para este opinador, en 2021 la 4T verá significativamente reducido su número de diputaciones, perdiendo contundentemente la mayoría calificada que hoy detenta, pero manteniendo una mayoría simple.

Varios factores incidirán en el 21. El primero de ellos, que las dinámicas locales electorales comenzarán a regresar a la normalidad después de un atípico 2018; replicar esa elección es prácticamente imposible.

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Lo vimos el año pasado, por ejemplo, en Aguascalientes con el PAN. Difícilmente, Morena mantendrá la presencia en estados como Nuevo León, donde MC va viento en popa, o en el Bajío con fuerte presencia del PAN; o en municipios donde el PRI se mantiene como bastión.

El hoy presidente ya no puede dedicarse 100% a hacer campaña. Sí, tiene las mañaneras y sus giras semanales. Pero no podrá estar todo el tiempo en todos los lugares como en 2018, cuando su única obligación era ser candidato.

Eso significa que otro factor fundamental para estas elecciones será que ahora los candidatos sí importarán, a diferencia de 2018 cuando incluso candidatos ausentes de sus campañas o desconocidos por la gente ganaron por el simple efecto de arrastre de López Obrador.

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Lo que se concatena con otro factor: Morena es un partido que nació dividido. En 2018 el competidor no era Morena, era sólo AMLO. Ahora que él no estará presente todo el tiempo, no habrá el efecto de arrastre y el partido tendrá que competir, como todos los otros partidos.

Los problemas de Morena son peores a nivel local que los ya de por sí graves problemas que tiene a nivel nacional. Las estructuras creadas por AMLO solo han generado facciones en pugna: superdelegado estatal, contra presidente estatal, contra coordinador del Congreso Local.

Y el factor principal es que, al día de la elección, habrán transcurrido dos años y medio de gobierno. Un gobierno que, al menos este primer año, ha sido completamente disfuncional e ineficiente, con muy pocos resultados y muchos errores.

De seguir las pugnas entre los bandos radicales y moderados del gabinete, la notoria falta de conocimiento y experiencia de muchos funcionarios, la inexistente vocación de servicio público de muchos otros, y la falta de mando y guía del jefe máximo, el costo electoral puede ser altísimo.

En cuanto a renovación de congresos locales, la historia puede ser relativamente similar a las diputaciones federales. Hoy Morena tiene mayoría en 18 congresos, pero las pugnas internas y la falta de AMLO en la boleta puede llevarlos a reducir sus números.

Sin embargo, en la otra contienda Morena sí tiene amplias posibilidades de crecer significativamente. Es altamente posible que la 4T se lleve una buena cantidad de las 15 gubernaturas.

Localmente, el electorado suele castigar más diputaciones locales y ayuntamientos que las gubernaturas. Y a pesar de que ninguna de las 7 gubernaturas que hoy tienen está dando buenos resultados, muy probablemente se le dé el beneficio de la duda en al menos otros 6 estados.

La táctica presidencial de polarización y división es posible porque aún es muy reciente el ominoso pasado de corrupción y excesos; pero para 2021, esa táctica puede ser su propia debacle. Por el bien de nuestro sistema democrático, esperemos que este 2020 sea uno de madurez del presidente.

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Nota del editor: Don Porfirio Salinas es híbrido de política, iniciativa privada y escenario internacional. Priista orgulloso de “el valor de nuestra estirpe” (Beatriz Paredes dixit); antagónico al Peñismo, que atentó contra esta estirpe. Convencido de la política como instrumento de construcción de país, desde cualquier trinchera. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.

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