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Gobernar desde la oligarquía

La forma de gobernar de López Obrador se presenta como arrojada y valiente, pero en realidad muchas de sus acciones muestran una visión de quien se sabe de antemano vencido.
lun 03 febrero 2020 12:15 PM
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El presidente ofrece ayudar a los pobres mediante el salario, pero eso no es suficiente para salir de la pobreza. Foto del presidente en gira este domingo 2 de febrero.

La forma de gobernar de la 4T parece ser transformadora, arrojada y valiente, pero en realidad muchas de sus acciones muestran que varias áreas del gobierno operan con la visión de quien se sabe de antemano vencido por la gente del dinero, los poderes fácticos y la oligarquía.

En esta columna explico cómo y por qué esto está sucediendo, y proveo ejemplos concretos de esta forma de gobernar. Mi meta es que, al analizar esto, comprendamos mejor las acciones de quien hoy nos gobierna y detonemos una demanda para que nuestro gobierno se asuma más socialmente ambicioso.

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Hasta antes de AMLO, estábamos acostumbrados a otra forma de gobierno y otra forma de concebir los retos del país. Desde Fox y hasta Peña Nieto, el gobierno tuvo un diagnóstico similar sobre el porqué había pobres en México. Los había porque un sector de la población no tenía capacidades para insertarse en el mercado laboral y no sabía que las necesitaba. Así, la política social se diseñó para obligar a los pobres a adquirir esas capacidades a fuerza de incentivos. Los programas sociales, llamados “de transferencia condicionada”, estaban diseñados para incentivar a los pobres a ir a la escuela y al médico a partir de darles dinero si lo hacían.

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La premisa era que una vez que se tuviera una nueva generación, educada y saludable, ésta sería más productiva, obtendría empleos y cobraría más caro por sus servicios; es decir, subirían sus salarios.

La política funcionó, pero la premisa resultó mayormente falsa. Aumentó la educación, más no los salarios. Más aún, académicos comenzaron a darse cuenta de que en México no siempre existe una relación entre calidad educativa y nivel de sueldo. Los pocos empleos buenos se los quedaron unos pocos. En dos décadas, México creó menos empleos de los necesarios para emplear a los jóvenes que se involucran en la fuerza laboral.

Desde la llegada de AMLO, el diagnóstico cambió, pero no para volverse más ambicioso sino, en varios aspectos, más realistamente derrotado.

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Por ejemplo, el gobierno tiene temor de subir impuestos porque hacerlo “tumba gobiernos”. En cambio, parece preferir apostarle a algo más “seguro” que no está en control de los plutócratas: el petróleo. De hecho, si el gobierno está tan en contra de la inversión privada en el sector es precisamente porque no quieren perder el único bastión industrial donde, sienten, el gobierno todavía puede generar utilidad sin pedirle permiso a los hombres del dinero.

La cancelación del NAICM también viene desde una visión de derrota, aún si se disfraza de un triunfo contra la plutocracia. Una política más ambiciosa no hubiera cancelado el aeropuerto dejando al gobierno la carga de pagar los bonos y la carga de construir un aeropuerto nuevo con el Ejército. Por el contrario, se hubiera buscado empujar a los empresarios a que lo construyeran ellos mismos, con menor ganancia, demandándoles que hicieran otros aeropuertos más pequeños en la zona y expropiando los terrenos aledaños. Es decir, no alejarse del poder económico, sino buscar que el poder económico funcione en favor del estado.

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La política social sufre de la misma aparente percepción de derrota. Por ejemplo, no se asume que los pobres podrán insertarse en los mercados laborales globales, sino que se opera desde una lógica más moderada. Así, el gobierno se enfoca en hacer más llevaderas las condiciones de los pobres rurales por medio de cooperativas de autoconsumo y ventas moderadas. No hay políticas directas para atacar la pobreza urbana, que es la que más ha crecido. No parece existir un plan para que los trabajadores informales y no organizados accedan a mejores condiciones. La política salarial se enfoca en mejorar el mínimo, entre los formales.

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Otro ejemplo de una política social con visión económica corta es las tandas. El gobierno se enfoca en coordinadar que personas locales se capitalicen unas a otras y no en poner en cintura a los bancos abusivos, pues se asume que éstos podrán crear una fuga de capitales. Nos aguantamos. Se hace lo que se puede, desde una posición que parece aceptar la derrota ante los hombres del dinero.

Es momento de que el gobierno deje de operar asumiendo que la plutocracia es intocable, y provea de soluciones fuertes, estratégicas y bien fundadas para cambiar de base, desde la estructura, la forma en la que opera la economía mexicana. Solo así se podrá derrotar la pobreza.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autora.

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