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Pájaros de playa y políticas públicas

Mucha honestidad y poca capacidad se traduce en un gobierno inspirado por buenos deseos, pero que no da resultados, una lección para este gobierno.
mar 21 enero 2020 06:45 PM
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Defensa: El presidente López Obrador ha argumentado que es preferible la honestidad que la trayectoria o experiencia de sus colaboradores, como sucedió con Ángel Carrizales, a quien postuló a varios cargos hasta que fue aceptado.

Este fin de semana fui testigo de la siguiente escena. Una pareja descansaba en una palapa. Cerca revoloteaban muchos zanates, esos pájaros negros que parecen cuervos de playa, y varias palomas. La pareja abrió un paquete de galletas saladas para alimentar a las aves. Primero, lanzaron una galleta entera, que cayó sobre la arena. Pasaron entre cinco y diez segundos hasta que un zanate muy robusto la recogió. La galleta, aún así, era varias veces más grande que el tamaño de su cabeza. El zanate la sostuvo en el pico dando brinquitos de un lado a otro. Daba la impresión de que no sabía que hacer con ella. Así pasaron otros, no sé, cinco o diez segundos. Dos zanates un poco más esbeltos se acercaron para tratar de quitársela. En el jaloneo, la galleta terminó rompiéndose en cinco pedazos, de muy distintos tamaños, y cada pájaro se llevó el que pudo. Una paloma y un zanate que no habían participado en el pleito, pero que habían estado ahí cerca, como esperando su desenlace, alcanzaron a llevarse los dos trozos que quedaron. La mayoría de los pájaros que había alrededor se quedó mirando, sin comer. Luego, la pareja lanzó otra galleta, pero esta vez no entera sino triturada en muchos pedacitos. Ahora sí todos los pájaros se abalanzaron sobre ellos. Daban dos o tres pasos, picoteaban la arena y se los zampaban, uno tras otro. Creo que todos comieron. El contraste entre lo que pasó con la primera y la segunda galleta fue evidente. La pareja, entre sorprendida y satisfecha, sonrió.

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En la palapa de al lado, recostado sobre un camastro, terminé de observar la escena, me comí un totopo y regresé al libro que estaba leyendo, The Fifth Risk (Norton, 2018), de Michael Lewis. Es un relato al mismo tiempo fascinante y aterrador sobre cómo funcionan algunas dependencias muy especializadas de la administración pública estadounidense que casi nadie conoce (“aquellas oficinas del gobierno donde las cámaras nunca apuntan son por las que más hay que preocuparnos”) y los riesgos que representan, en ese sentido, el repudio al conocimiento científico, el desprecio por la burocracia y el desdén por las reglas y los procedimientos que han caracterizado la presidencia de Donald Trump.

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Entre las historias que cuenta está la de Kevin Concannon, un funcionario ya retirado con muy larga y destacada trayectoria en los servicios de salud pública, que explica con angustiosa claridad lo complicado que es cumplir un propósito tan aparentemente básico como evitar el hambre y garantizar niveles mínimos de nutrición para los sectores más vulnerables de la sociedad. Lo difícil no es decidir que queremos hacer eso, advierte, sino hacerlo: que un país tenga los recursos y la disposición de alimentar a las personas que tienen hambre no significa que las personas que tienen hambre vayan a estar, en efecto, alimentadas. Contra lo que suelen argumentar los detractores de ese tipo de programas sociales en Estados Unidos, su principal problema “no es que personas que no deberían ser sus beneficiarias hagan trampa para serlo; es que quienes deberían ser sus beneficiarias no lo sean”. El trecho que separa el deseo del resultado implica no solo voluntad, instituciones o presupuesto. Implica, sobre todo, profesionalismo por parte de los operadores de la política: compromiso, integridad, pero también capacidad de evaluar, de aprender y hacer cambios y correcciones en consecuencia.

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Termino de leer el pasaje sobre Concannon y revivo la escena de la pareja, las galletas y los pájaros de playa: un pequeño ajuste en la forma de alimentar a las aves hizo toda la diferencia entre que comieran solo unas pocas o comieran todas. Recuerdo entonces la fórmula planteada por el presidente López Obrador a propósito de los buenos funcionarios públicos en su administración –“90% honestidad y 10% capacidad”– y reparo en su sinsentido. Mucha honestidad y poca capacidad se traduce en un gobierno inspirado por buenos deseos pero que no da resultados. Mucha capacidad y poca honestidad nos condena a un gobierno que quizás da resultados… pero distintos a los deseados.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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