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#ZonaLibre | México y la Tercera Guerra Mundial

En un contexto internacional tan complejo por las tensiones entre Estados Unidos e Irán, ¿por qué México quiere entrar al Consejo de Seguridad de la ONU?, cuestiona Caleb Ordóñez Talavera.
mié 08 enero 2020 06:45 AM
Mujer iraní
Las tensiones entre Estados Unidos e Irán han crecido en los últimos días. En la imagen, una mujer iraní camina frente a un mural en contra de Estados Unidos, en una calle en Teherán.

“¿Sucederá una Tercera Guerra Mundial?”, cuestiona el periodista ruso al presidente Vladimir Putin. En vivo, el mandatario suelta una pequeña risa, que denota entre nerviosismo y un poco de sorpresa ante la pregunta directa. “Sabe usted, aquí podemos recordar a (Albert) Einstein, quien dijo: ‘No sé con qué armas se combatirá la Tercera Guerra Mundial, pero la Cuarta Guerra Mundial se peleará con palos y piedras’”, responde.

Luego advierte, a su criterio, que las grandes potencias “debemos contenernos a la hora de llevar a cabo acciones extremas o peligrosas en las relaciones internacionales”. “Después de la Segunda Guerra Mundial, hemos vivido en un mundo relativamente pacífico: relativamente. De manera constante, estallan guerras regionales… Pero no hubo conflictos globales. ¿Y por qué?”, se pregunta.

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“Porque a nivel mundial, entre las principales potencias militares se ha entablado una paridad estratégica. Y aunque suene desagradable, es verdad. El miedo al exterminio mutuo siempre ha contenido a los actores internacionales. Ha frenado a las principales potencias militares a la hora de llevar movimientos bruscos y eso las ha obligado a tenerse respeto mutuo”, sostiene Putin en una entrevista en 2018, al referirse al riesgo latente de que sea pulverizada la civilización si ocurre una Tercera Guerra Mundial.

Tiempos muy delicados

La situación no podría ser más comprometedora luego del asesinato por parte de Estados Unidos del comandante de la Fuerza Quds iraní, Qasem Soleimani, considerado un héroe en el país persa.

Ayer, Irán se responsabilizó por el ataque con misiles balísticos sobre dos bases que albergan a militares de Estados Unidos en Irak. El Pentágono reportó que se lanzaron al menos 12 misiles contra los complejos militares de Al-Asad, ubicada al oeste de Bagdad, y de Irbil, cerca a la frontera iraní.

Y mientras esta terrible situación internacional sucede frente a nuestros ojos y los mexicanos nos refugiamos en memes, en las Naciones Unidas se debaten los lugares para el próximo Consejo de Seguridad, que deberá de ser elegido en junio.

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Inexplicablemente, el embajador de México ante la ONU, Juan Ramón de la Fuente, confió en que nuestro país logre un asiento en uno de los organismos mundiales más tormentosos por lo que sucede, justo en este terrible momento de latentes amenazas de guerra.

“Nos dan espacios, nos dan posibilidades de contribuir a encontrar soluciones a problemas, algunos nos atañen de manera directa, otros no tanto”, dice el exrector de la UNAM, ante la posibilidad real de que México consiga un lugar. Sin embargo, surge la pregunta: ¿para qué le interesaría a nuestro país participar en dicho organismo?

¿Nos conviene en algo?

El Consejo de Seguridad tiene como misión ayudar a que reine la paz en el mundo. A diferencia de otras instancias de la ONU, que únicamente pueden realizar recomendaciones a los gobiernos, el Consejo de Seguridad puede tomar decisiones, llamadas resoluciones, que pueden obligar a los miembros a cumplirlas, según lo dispuesto en la carta de las Naciones Unidas.

El consejo lo conforman 15 países: cinco de ellos son permanentes (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China), mientras que otras 10 naciones son elegidas democráticamente para ocupar un lugar temporal.

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Aunque el embajador De la Fuente asegure que es “beneficioso” que nuestro país participe, resulta verdaderamente extraño ante los complejos tiempos que vivimos con nuestro vecino del norte, con quien tenemos una relación sujetada por alfileres y quien está en plena gresca con Irán; además, su presidente está a punto de arrancar un juicio político público y tiene en puerta una elección presidencial que algunos expertos señalan será la más ríspida de la historia.

Resulta inexplicable también porque, en alguna ocasión en la que el país fue elegido, vivió un momento similar. Se trataba de 2003: en aquellos tiempos se votó sobre la intervención militar en Irak. México se opuso. Dicho voto molestó tremendamente al gobierno de George W. Bush y las negociaciones bilaterales se fracturaron terriblemente.

En ese entonces, quien tuvo que levantar la voz fue el embajador Adolfo Aguilar Zínser, a quien le costó el puesto y algunos aseguran que también la vida, pues apenas unos años después fue encontrado muerto en un accidente de carretera.

El buscar un lugar en el Consejo de Seguridad será siempre un honor para el país; sin embargo, para los tiempos que vivimos aparece como una camisa de 11 varas, o como complicarnos la vida o las relaciones exteriores del país innecesariamente. Es buscar un lugar inoficioso en una posible Tercera Guerra Mundial, en la que a México no le convendría participar de ninguna forma. Es exponer al país a una batalla asimétrica, en la que podría ser atacado con inteligencia y terrorismo.

Es también una incongruencia ante el resurgimiento de la Doctrina Estrada, acerca de la no intervención.

No hay manera posible de que México gane más de lo que podría perder al buscar afanosamente un lugar en el Consejo de Seguridad, porque por más idealista que sea la ONU, ahí no se decidirá si habrá o no una guerra; eso lo demostró Estados Unidos en 2003.

En esta complicada etapa, Donald Trump busca demostrar que tiene el poder suficiente para aterrorizar al mundo una vez más y ganar una elección “haiga sido como haiga sido”.

¿En verdad queremos meternos en lo que no nos importa?

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