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#ColumnaInvitada | Un llamado de ayuda para el país

En esta administración, el sentimiento que muchos tenemos es que ninguna vida importa; ninguna vida vale lo suficiente para que las autoridades se pongan a hacer su trabajo.
jue 21 noviembre 2019 06:00 AM
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Petición. Para los ciudadanos, la demanda de seguridad y menos violencia ha sido recurrente en los últimos sexenios.

El hombre es bueno por naturaleza, es la sociedad quien lo corrompe decía, Jean-Jacques Rousseau en El Contrato Social, por su parte Thomas Hobbes en El Leviatán, afirmaba que el hombre es malo por naturaleza y necesita que la sociedad l]e enseñe a ser bueno. Ambas frases han sido sujetas a análisis muy polémicos, sobre todo porque en ellas se explica el nacimiento del Estado, que en ambas tesis tiene la misión de proteger y salvaguardar la vida, integridad y derechos humanos de las personas.

En México, esto parece solo una idea al aire desde hace muchos años y sobre todo en este último trimestre de 2019. Es cierto que la violencia genera violencia y toda mi vida he trabajado para erradicarla y generar entornos de paz, pero no es posible ignorar la realidad que estamos viviendo ya que pese a que como sociedad le hemos cedido nuestra libertad, el Estado no ha sabido proporcionarnos la tan anhelada seguridad.

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En sexenios anteriores los ciudadanos hemos criticado que para el gobierno valgan más unas vidas que otras. Si moría alguien famoso, un activista o sucedía un evento de impacto, entonces sí se veía toda la fuerza del Estado investigando y deteniendo a los presuntos culpables.

En esta administración, el sentimiento que muchos tenemos es que ninguna vida importa. No es relevante si murieron 14 policías en una emboscada en Michoacán, ni las tortilleras en Guanajuato, los civiles en Culiacán o los bebés en Chihuahua. Ninguna vida vale lo suficiente para que las autoridades se pongan a hacer su trabajo.

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Cuando el asesinar a sangre fría a niñas, niños y bebés no desata la indignación, investigación, ejercicio de la acción penal, y el uso racional de la fuerza del Estado, buscando la no impunidad, nos hace entender a los ciudadanos que estamos solos y desprotegidos. Se propicia que se genere el uso de la fuerza por parte de los particulares y ahí sí no podremos parar la escalada de violencia.

Treinta millones de mexicanos creyeron que 2018 podría ser el inicio del fin de la violencia, la impunidad y la corrupción, que por fin había llegado la mejor opción para guiar a nuestro país y protegernos y esto no ha ocurrido, al contrario, a diario tenemos más miedo de que esta ola de inseguridad llegué a nosotros o a la gente que amamos. Es crucial que el gobierno comience a darle valor a cada una de las vidas que se han perdido. No solo demostrando empatía, la cual le hace mucha falta, si no también una estrategia clara.

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Ya basta de hacer como que no pasa nada, de ver las noticias y pensar que eso pasó “porque se lo merecen” o porque “se nace delincuente”. No es posible que la noticia de mayor posicionamiento mediático luego de la captura y liberación de Ovidio Guzmán fuera que para la celebración de Día de Muertos el disfraz estrella en los infantes fuera el del hijo del “Chapo Guzmán” o de cualquier narcotraficante.

¿Que más tiene que pasar para que las autoridades asuman su responsabilidad y se hagan cargo de la situación? Durante los primeros meses del año se aseguró que nos encontrábamos en un periodo de estabilización, natural y necesario por las malas administraciones que tuvimos en el pasado, se supone que por ello se creó la Guardia Nacional y que de la mano de sus estrategias de seguridad comenzaríamos a ver el descenso de la violencia y que a pesar de que llevaría tiempo lograrlo, los resultados comenzarían a ser notorios lo cual, por supuesto no ha ocurrido, peor aún, han ido en ascenso.

La apuesta del cuidado de nuestra seguridad, en un sentido discursivo, se concentra en la defensa contra los criminales con la Guardia Nacional y con el fortalecimiento del tejido social a través de programas y políticas sobre todo de “apoyos económicos” a grupos vulnerables, pero la realidad es que la violencia no cesa, porque sabemos que esos apoyos no funcionan y en muchos casos tienen efecto contrario. No es suficiente cubrir esa deficiencia culpando a las administraciones pasadas porque con ello no se elimina la corrupción, ilegalidad, impunidad y muerte, fenómenos que se prometieron erradicar.

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Necesitamos que este gobierno defina y comunique su estrategia, que esté basada en acciones probadas, tanto para la prevención como para la procuración de justicia. Se tiene que fortalecer las policías locales y por supuesto la Guardia Nacional. Pero si no se hace una redefinición en los Ministerios Públicos, que es donde se rompe la cuerda en la impartición de justicia, será imposible terminar con los índices de impunidad. Pero eso… lo dejamos para otra columna.

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Nota del editor: la autora estudió la licenciatura de Derecho en la Universidad Iberoamericana. Obtuvo el grado de Maestría en Administración Pública, con enfoque en Desarrollo Comunitario y Transformación Social en la Universidad de Nueva York. Actualmente es la Directora Ejecutiva de la Fundación Reintegra.

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única de la autora.

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