Seade calificó el TMEC como “un tratado magnífico, que parece más un contrato, preciso y confiable”, pero propuso para el futuro un aspecto estratégico que ha estado ausente de la conversación: la inclusión de los ciudadanos de los tres países a las intenciones integradoras del acuerdo.
Sin duda, uno de los vacíos del tratado comercial que entró en vigor en 1994 fue que no se hizo nada en el terreno cultural para crear una integración norteamericana de los ciudadanos, más allá de los flujos comerciales. Esa carencia llevó a que fuera muy fácil atacarlo en el proceso electoral de 2016.
Seade propuso programas patrocinados por el sector privado de intercambios familiares, un programa de becas universitarias como las Erasmus europeas, donde los estudiantes pasan un periodo de su educación en otro país de la Unión, o los deportes: “un par de equipos mexicanos en las ligas mayores”.
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Obviamente, dependerá de la voluntad de EU que así sea, pero algo puede lograrse cuando en el país inventor de las hamburguesas se vende más salsa picante que ketchup, como recordó Seade.
De Hoyos propuso profundizar en las iniciativas que están teniendo las ciudades fronterizas por hacer iniciativas conjuntas, en fortalecer la colaboración militar y migratoria, en la discusión de una integración monetaria norteamericana y en una integración cultural.
En resumen, el acuerdo que parecía imposible está tan amarrado que aunque no se ratifique nunca, nadie cree que pueda desaparecer, y ya estamos pensando en lo que sigue. Una paradoja que no hace mal a México".
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Nota del editor: Alberto Bello es director de Hard News de Grupo Expansión. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.