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La Estampa | El regalo de López Obrador a la CNTE

El gobierno de México entregó el control del futuro a una organización mucho más interesada en acumular poder que en educar, escribe esta semana León Krauze.
lun 23 septiembre 2019 05:30 AM
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Plantón de la CNTE. Si López Obrador está usando el futuro de los niños de México para su propio beneficio político, estamos en problemas todavía mayores, escribe León Krauze.

De todas las decisiones polémicas del primer año de Andrés Manuel López Obrador, ninguna es tan claramente lamentable como las concesiones a la CNTE.

Mientras el mundo debate cómo ayudar a las próximas generaciones a adaptarse al gran reemplazo laboral que implicará la automatización en un sinnúmero de industrias, el gobierno de México prefiere entregarle el control del futuro a una organización mucho más interesada en acumular poder que en educar.

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Hay quien insiste en defender la concesión a la CNTE argumentando que la reforma educativa de Peña Nieto ignoraba a los maestros. Supongamos, sin conceder en lo absoluto, que el argumento tiene razón. Es más, vayamos más allá y digamos (de nuevo: sin conceder en lo absoluto) que la reforma merecía revertirse.

¿Era eso motivo suficiente como para regalarle a la CNTE el fin de las evaluaciones o la asignación de plazas automáticas, entre otros sinsentidos? La respuesta, evidentemente, es no. ¿Qué ocurre, entonces? Hay solo dos posibilidades, las dos aterradoras.

La primera es que el presidente López Obrador de verdad piense que ceder a las pretensiones de la CNTE redundará en una mejor educación para los niños de México. Esto supone creer que la CNTE entiende la necesidad de una educación de vanguardia, que dé a los estudiantes las herramientas y la disciplina para enfrentar un siglo que implicará un reto mayúsculo para la humanidad entera. Si López Obrador cree eso, estamos en problemas.

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La segunda posibilidad es que al presidente de México le importe poco la educación de los niños del país y lo que prefiera sea, más bien, la consolidación de una estructura clientelar que le permita consolidar el poder en los años venideros. Si López Obrador está usando el futuro de los niños de México para su propio beneficio político, estamos en problemas todavía mayores.

En cualquier caso, los que pierden son los que menos deberían perder. Una vez más, los adultos han traicionado a los más jóvenes. Tarde o temprano –y con la oleada de la automatización, será temprano– se los reclamarán.

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