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Oposiciones odiosas

En este momento, hostilizar a los votantes del bando opuesto, cuando ese otro bando sigue siendo mayoritario y está en el poder, no es un acto de inteligencia política, analiza Carlos Bravo Regidor.
mar 03 septiembre 2019 06:00 AM
Carlos Bravo Regidor
Analista político y coordinador del programa de periodismo en el CIDE.

El lopezobradorismo es muy hostil contra todo lo que le haga oposición. Una de sus mayores debilidades, sin embargo, es la falta que le hacen mejores oposiciones. Las que tiene, por lo pronto, siguen muy desubicadas. No me refiero ya tanto a los partidos de oposición en su sentido tradicional, de los que me he ocupado en otros sitios ( aquí , aquí y aquí ), sino a algunas corrientes de opinión militantemente antilopezobradoristas. Y que, desde hace algún tiempo, han optado por una línea de ataque muy cuestionable, rayana en lo odioso, que lejos de favorecer su causa opositora puede terminar socavándola aún más: reclamar a quienes votaron por López Obrador, incluso burlarse de ellos, cada vez que el presidente o su gabinete exhiben sus limitaciones, se contradicen o se equivocan.

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Tienen motivos de sobra para ser críticas con el lopezobradorismo, mas ninguno para obviar el valor de serlo también consigo mismas. Con el hecho de que, a pesar de los abundantes defectos del actual gobierno, no saben interpelarlo con eficacia, no logran articular un contra-discurso que vuele, no tienen capacidad para inspirar esperanza. Semejantes déficits tendrían que convocarlas a la duda, la reflexión, la humildad. Pero no, da la impresión de que para dichas corrientes de opinión la prioridad es desconocer su naufragio y tratar de reivindicarse con el narcisista consuelo de gritar “¡se los dijimos!” a quienes les dieron, y les siguen dando, la espalda.

AMLO
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¿O será que son incapaces de ponerse a la altura del desafío que enfrentan? ¿De abandonar esa antipática jactancia de querer tener la razón demasiado tarde? ¿De reconocer la necesidad de constituirse como verdaderas alternativas culturales? ¿De renovarse, reorganizarse y, sobre todo, de representar un horizonte de futuro? No digo que sea fácil, tampoco que vaya a ser rápido. Digo que mientras no lo hagan, y es evidente que hoy por hoy no lo están haciendo, mientras esas corrientes de opinión no renuncien a la pueril autocomplacencia de sentirse resarcidas más por los fracasos de sus adversarios que por sus propias conquistas, su labor será estéril si no es que contraproducente. Mientras no imaginen otro rumbo atractivo y creíble, mientras no se encaminen por la senda de reinventar el campo de lo posible desde la trinchera opositora, los decepcionados del lopezobradorismo –que les hacen falta para poder crecer y que podrían ser cada vez más– no migrarán a sus filas.

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Al contrario, se atrincherarán en la coalición lopezobradorista con todo y sus decepciones. Porque reprocharles su voto, casi exigirles que se arrepientan o se disculpen, no es tenderles la mano sino darles una patada. No es proponer una lógica distinta a la del tribalismo y la polarización, es ahondar en ella solo que desde el flanco contrario. El electorado mexicano ha dado numerosas muestras de ser exigentísimo, impaciente y volátil (e.g., las tres últimas elecciones presidenciales las han ganado tres partidos distintos; el resultado más común en los recientes comicios para renovar gubernaturas es la alternancia). En ese sentido, hostilizar a los votantes del bando opuesto, máxime cuando ese otro bando sigue siendo mayoritario y está en el poder, podrá ser muchas cosas, pero no es un acto de inteligencia política.

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Culpar a los electores de los fiascos de los gobernantes que eligieron no es un ejercicio de responsabilidad democrática sino de puerilidad autoritaria. Votar por quien uno quiera, sin deberle explicaciones a nadie, es un derecho que implica el riesgo de equivocarse sin temer represalias ni escarmientos. ¿Pero que no todo eso y más hicieron los lopezobradoristas en la oposición y hacen ahora en el gobierno? Sí, puede ser. Con todo, una oposición deseable es aquella que aspira a diferenciarse de, no que justifica mimetizarse con, aquello a lo que se opone. El éxito de las corrientes de opinión opositoras en el contexto de la llamada “cuarta transformación” se medirá en su capacidad de redefinir, no de reforzar, las coordenadas de nuestro espectro político.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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