En México hay una crisis de seguridad, pero ¿cómo llegamos a ella? La situación actual no es más que el resultado natural de la evolución de las tendencias delictivas a nivel global –con el consumo de drogas en Estados Unidos como pivote– y de las decisiones domésticas de política pública de las últimas tres décadas.
Una mirada a la historia da cuenta de lo que ha caracterizado a los esfuerzos federales para atender el fenómeno delictivo: constantes cambios guiados por una lógica política y la desatención de un proyecto que debió ser transexenal. Cuando se ha apostado por fortalecer a la Policía Federal y ello se ha combinado con colaboración decidida desde los gobiernos estatales, los resultados han sido mejores. Sin embargo, los casos de éxito más emblemáticos han derivado de iniciativas muy particulares y acotadas –con un papel destacado de la comunidad, organizada a través de la IP– que han logrado generar una visión de Estado. Pero los buenos resultados suelen traer consigo la tentación de desatender el tema y canalizar recursos a otros rubros, lo que revela que la importancia de un proyecto de seguridad de largo plazo no ha permeado como debería.