Algunos días más tarde, Donald Trump visitó el University Medical Center de El Paso. De acuerdo con varios reportes de prensa, ninguno de los heridos que permanecían en el hospital quiso reunirse con él. La familia Anchondo accedió. Tito, hermano de Andre, trajo a su sobrino al hospital. El bebé, recién huérfano de padre y madre, vestía una camisa azul desde donde salían dos manos pequeñitas. En la derecha, el niño llevaba una minúscula férula del mismo color, huella de una mañana de terror en la que, de golpe, había perdido a sus dos grandes asideros en la vida.
Melania Trump cargó al huérfano y sonrió para las cámaras. Donald Trump, el presidente de Estados Unidos, miró al lente y también sonrió. No solo eso: levantó el pulgar de la mano derecha. Quien viera la foto podría pensar que los Trump están celebrando el bautizo del niño. Thumbs up! ¡Luces, cámara, acción! ¡Qué lindo niño este que acaba de perder a sus padres de la manera más salvaje, más atroz!
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La fotografía es, quizá, la imagen definitiva de estos años ignominiosos del trumpismo. ¿Qué pasa por la cabeza de un hombre capaz de hacer algo así? ¿Qué tipo de alma tiene Donald Trump? La imagen de Trump con Paul Anchondo desafía la imaginación. Parece, en efecto, producto de otro universo moral. La tierra de la sociopatía, para hablar más claro".
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La imagen se complica cuando pensamos que los Anchondo, incluido Andre, el hombre asesinado y padre de Paul, simpatizaban con Trump antes de la masacre. ¿Lo harán todavía? ¿Pensarán que Trump no tuvo nada que ver en la tragedia descomunal por la que atraviesa su familia? ¿Qué pensarán las otras, miles de familias latinas que, a lo largo y ancho de Estados Unidos, aún piensan votar por Donald Trump? ¿De verdad podrán ver esta fotografía y favorecer al hombre que sonríe, tan complacido? El tiempo dirá.