Muchos dicen que a los mercados no les gusta el actual planteamiento de política del gobierno. Eso no es cierto. A los mercados les da lo mismo la orientación política, siempre y cuando haya certidumbre, viabilidad y congruencia. El cancelar la construcción de un proyecto tan relevante como el aeropuerto internacional de la Ciudad de México, que generaría empleos, inversión, negocios y turismo, y que nos beneficiaría a todos los mexicanos, fue la primera decisión errática.
¿Cómo echar atrás un proyecto de esta envergadura y con el 70% del financiamiento ya asegurado y mucho de ello incluso desembolsado? ¿Se prefirió perder dinero de los mexicanos (calculable en hasta 2.9 billones —con “b”— de pesos por los muy diversos costos de cancelación y de no operación del mismo; igual al 50% del Presupuesto de Egresos de la Federación)? Sí, así fue. Esto es lo que comenzó a generar incertidumbre y preocupación en las distintas vertientes del sector privado, inversionistas y mercados, que, por cierto, nos pueden caer bien, mal o regular, pero que al final del día son los que generan empleos.
¿Siguiente gran error? Cancelar y desincentivar la inversión privada en el sector energético, principalmente en Pemex. Yo soy de las que creen que cada gobierno puede y debe ponerle acentos o énfasis a su administración. Los cambios son necesarios, los virajes indispensables. Y hay veces que empatizamos más o menos con esos acentos, pero prácticamente todos acordamos en los “qués”. No hay mexicano en su sano juicio que no quiera que en nuestro país haya crecimiento, empleo, desarrollo, y que logremos abatir la pobreza extrema y combatir la pobreza y las carencias. Los “cómos” es, como diría nuestro apreciado Cantinflas, “donde está el detalle, chato”.
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