OPINIÓN: Todos queremos un cambio... ¡pero para bien!
Nota del editor: Don Porfirio Salinas es híbrido de política, iniciativa privada y escenario internacional. Priista orgulloso de “el valor de nuestra estirpe” (Beatriz Paredes dixit); y antagónico al régimen actual, contrario a esta estirpe. Convencido de la política como instrumento de construcción de país, desde cualquier trinchera. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.
CIUDAD DE MÉXICO, (ADNPolítico) - La elección del 1 de julio fue histórica en muchos aspectos. Pero quizá el principal fue el claro mensaje que dieron los votantes al gobierno, los partidos y al sistema político en su conjunto: basta de excesos, basta de corrupción, basta de ustedes. Ganó la opción del “cambio”, la opción de la ruptura con el actual régimen, históricamente anquilosado y nocivo.
Las expectativas fueron inmensas y una vez ganada la elección continuaron crecieron. Pero estas últimas semanas el cambio pareciera darse en sentido negativo, en el mejor de los casos, porque en el peor de los casos, no está dándose un cambio.
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Una de las premisas principales del presidente electo es que el cambio vendrá de manera automática en la medida en la que él mismo predicará con el ejemplo, no siendo corrupto, trabajando de manera incansable, y en general haciendo lo correcto.
Si bien es cierto que lo que ha faltado a México, particularmente los últimos dos sexenios, es un presidente que funcione como líder real, eso no es suficiente para modificar conductas y resolver problemas estructurales tan profundos como los que tiene el país.
El ejemplo perfecto de que predicar con el ejemplo no alcanza, es el episodio tan desastroso de la boda de César Yáñez y su posterior número especial de una afamada revista de sociales. Ni siendo el colaborador más cercano del presidente electo siguió el mantra de austeridad y decoro de su líder.
Pero en realidad lo más preocupante es que el cambio en la manera de hacer las cosas y en la forma de tomar decisiones no está llegando, al menos no para bien; y ese es justo uno de los principales cambios que muchos ansían, y por el que le dieron el beneficio de la duda con su voto.
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Para que haya un cambio real y positivo, se requiere de un rumbo claro y de acciones congruentes con ese rumbo. Hoy, no se ha dado claridad sobre el rumbo, ni se han apreciado ideas concretas que puedan traducirse en acciones. Se percibe una confusión entre simulación y cambio.
Durante la campaña, la narrativa y el tono del discurso del hoy presidente electo se mostraban moderados y conciliadores. En varios momentos matizó o incluso revirtió ideas y propuestas que no eran compatibles con la realidad.
Ahora ya en la transición, y con un despliegue que pareciera más el de un gobierno en funciones que electo, parecieran quedar atrás los tiempos de la moderación y la conciliación, para dar paso a una suerte de confrontación velada, con una preocupante radicalización en temas prioritarios.
Cuando un cambio no es sensato y realista, se convierte en descomposición. Actualmente, en varias áreas del gobierno electo simplemente no se está considerando la realidad en sus propuestas, ni tampoco una apertura a escuchar voces expertas por el riesgo de ser discordantes.
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El NAICM es el ejemplo perfecto de radicalización post electoral. Durante la campaña se matizó mucho la postura sobre el aeropuerto. Posterior a la elección el Ing. Jiménez Espriú se mostró conciliador en sus declaraciones. Pero las últimas semanas todo cambió, regresaron a la postura original de manera inflexible y se han dedicado a mal informar a la sociedad desacreditando cualquier estudio que no respalde su postura.
La joya de la corona en la discusión sobre el NAIM es el anuncio del formato de consulta que realizarán, una consulta atropellada y desordenada, que durará cuatro días, y que nadie entiende aún cómo se organizará.
Esto es muestra de las declaraciones a la ligera que se están realizando. Lo más preocupante es cuando involucran a instancias internacionales, que han tenido que desmentir públicamente al gobierno electo. Pasó con Jiménez Espriú esta semana por el supuesto estudio de apoyo de la OACI (agencia de la ONU), y pasó con Loretta Ortiz y la invitación desmentida por el Vaticano.
Esto nos lleva a otra muy mala señal, que muestra al menos una total falta de organización y planeación: la cancelación de los foros restantes de consulta. Es inconcebible que la justificación sea que hay ya demasiada información que se tiene que procesar para cumplir con la fecha fatal del 24 de octubre.
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Un esfuerzo que mostraba una sensibilidad no vista en los dos últimos sexenios, y que era fundamental para dar voz a tantas víctimas de la violencia que vivimos, se ve debilitado por el propio gobierno electo. Y deja ver que están significativamente rebasados.
Otro tema preocupante es el atropellado arranque de la mayoritaria coalición de Morena en el Legislativo, donde están demostrando un profundo desconocimiento, en el mejor de los casos. De especial preocupación son los tumbos e incongruencias en la Cámara de Diputados, con un liderazgo tan débil que ni siquiera han logrado algo tan básico como asignar oficinas.
Sorprende que el presidente electo no haya puesto orden a sus legisladores, siendo que para lograr muchas de sus propuestas requerirá de importantes cambios legislativos e incluso constitucionales. El nivel de improvisación en el Congreso puede descarrilar muchos de sus planes.
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Es urgente que el gobierno electo entienda que ya no estamos en campaña electoral y demuestre la seriedad y solemnidad que requiere un gobierno. Es momento de dar certidumbre, de mostrar que tienen rumbo, y de actuar de manera congruente. Deben ya demostrar con hechos que sí son distintos y mejores a lo que tanto criticaron.
Muchos queremos seguir dando el beneficio de la duda a la 'cuarta transformación' por el bien del país, por favor ¡ya no nos lo hagan tan difícil!
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