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OPINIÓN: ¿Son los candidatos o somos los votantes?

Hoy más que nunca se trata de mejorar como sociedad y asumir nuestro papel en la gobernabilidad democrática de México, opina Don Porfirio Salinas.
lun 08 octubre 2018 09:00 AM
Cuauhémoc Blanco Gobernador
Cambio de juego. Al rendir protesta como gobernador de Morelos, el exfutbolista Cuauhtémoc Blanco aseguró que su tarea prioritaria en el estado será la seguridad. Antes el acudió a la Catedral para asistir a una misa donde se bendijo a su familia y al gabinete.

Nota del editor: Don Porfirio Salinas es híbrido de política, iniciativa privada y escenario internacional. Priista orgulloso de “el valor de nuestra estirpe” (Beatriz Paredes dixit); y antagónico al régimen actual, contrario a esta estirpe. Convencido de la política como instrumento de construcción de país, desde cualquier trinchera. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.

CIUDAD DE MÉXICO, (ADNPolítico) - Esta semana fue noticia en todos los medios de comunicación la toma de posesión de Cuauhtémoc Blanco como Gobernador de Morelos, y sobre todo algunos nombramientos controversiales que hizo para su gabinete.

Se volvió a desatar una discusión que mucho se ha tenido en México los últimos años: ¿cómo es posible que alguien así llegue a Gobernador? ¿cómo es posible que los partidos nos pongan ese tipo de candidatos?

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La discusión está equivocada al poner todo el peso de la culpa en los partidos y el sistema. Definitivamente, Blanco no tiene ni las más básicas aptitudes para estar en el servicio público. Pero no podemos negar que su llegada a la política fue avalada, buscada e impulsada por la sociedad. ¿Los partidos lo impusieron? No, la gente mayoritariamente lo eligió, primero como Alcalde y ahora como Gobernador.

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Claramente hemos visto muchos candidatos incompetentes para competir y ejercer diversos cargos públicos, pero la pregunta no debe ser ¿por qué los pusieron los partidos? La pregunta debe ser ¿por qué como sociedad estamos promoviendo y eligiendo a esos candidatos?

La premisa es muy básica. Si uno piensa en una empresa, al preguntarnos cuál es su objetivo o negocio la respuesta es sencilla: tener la mayor cantidad posible de ventas para maximizar sus ingresos y utilidades.

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Si hacemos la misma pregunta para partidos y candidatos la respuesta es igual de fácil: su principal “negocio” u objetivo es obtener la mayor cantidad de votos posible para alcanzar los diversos cargos públicos que les permiten mantenerse en el poder.

¿Cómo se logra la mayor cantidad de votos? Con candidatos y campañas adecuadas al electorado por el cual se está compitiendo. Por lo tanto, quien pone los incentivos y las condiciones para decidir quiénes serán esos candidatos y cómo serán las campañas son los votantes objetivo, no solo los partidos.

Lo que hemos visto con la llegada de la competencia electoral a México, es que cuando los partidos se dedican a hacer campañas propositivas, serias, sin denostaciones ni escándalos, con candidatos preparados para el cargo, muy seguido pierden la elección.

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Cuando las campañas son de espectáculo, con candidatos controversiales, señalamientos contra los otros candidatos, propuestas inviables, e incluso con ofensas, muy seguido ganan la elección. ¿Podemos decir que eso es culpa de los partidos o los candidatos? No. Al menos no únicamente.

Ejemplos como el de Blanco hay muchos. Pasó con Vicente Fox en 2000, un candidato claramente no apto para la Presidencia de la República, pero que con lenguaje florido y ofensivo ganó bajo la única premisa de “sacar al PRI de Los Pinos”, sin importar que eso implicara un mal Gobierno.

Lo vimos en 2012 con Peña Nieto. Un candidato joven y fotogénico, con “ideas frescas” y modernas. Buena parte de sus votantes lo eligieron porque “era guapo”. Poco pareció importar en ese momento lo mal Gobernador que había sido, su clara ignorancia sobre los asuntos nacionales, y su forma de pensar tan obsoleta y antigua, más aún que la de los llamados “dinosaurios”.

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Tenemos al único Gobernador independiente del país, y uno de los más rupestres. En Nuevo León debe ser caso de estudio. Primer estado que realmente pierde el PRI por un enojo social sin precedentes por la corrupción de Rodrigo Medina (recién exonerado por su amistad con Peña).

Los nuevoleoneses exigían candidatos serios y maduros. El PRI ofende al estado designando a Ivonne Álvarez, política inexperta y muy cercana a Medina y a Emilio Gamboa, cuyo único logro era ser presentadora polémica de un programa grupero de televisión. Eso generó una reacción social de enojo nunca antes vista en el estado.

Ante esto, el PAN designa a quien era su mejor carta: Felipe Cantú. Hombre serio, preparado y respetado, totalmente opuesto a Álvarez. El gran error de Cantú fue hacer una campaña tímida, sin ataques a Medina ni a Álvarez. La gente buscaba sangre, y eligió al Bronco, bajo la única promesa de campaña de meter a Medina a la cárcel. Hoy, Nuevo León sufre las consecuencias.

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Ejemplos así hay de sobra. Javier Duarte en Veracruz, y posteriormente a Miguel Ángel Yunes, cuando en su momento pudieron elegir a Cuitláhuac García, pero su campaña era demasiado “light”. O a Roberto Borge en Quintana Roo. O a Padrés en Sonora. O a Mayer y D´Alessio para Diputados, el último por cierto ganó a pesar de ausentarse un mes de su propia campaña.

La sociedad mexicana parece haber entendido que su voto cuenta y puede generar la diferencia. Se ha visto a nivel local, y el 1 de julio se vio de manera apabullante a nivel federal. Sin embargo, la sociedad no ha entendido que ha sido cómplice pasiva de la crisis del sistema político.

Con el profundo cambio que podría implicar la elección del 1 de julio, es momento de que como sociedad entendamos que somos nosotros quienes podemos determinar el actuar de los partidos políticos. Pero para ello, debemos ser mucho más informados y participativos.

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¿Queremos que los incentivos que como sociedad pongamos al sistema político sigan generando Cuahtémocs, Foxes, Peñas, Broncos, Duartes, Medinas y Mayers? ¿O queremos una nueva camada de funcionarios y políticos de altura, que afronten los profundos retos de nuestro país?

Debemos redirigir nuestros esfuerzos. No se trata sólo de criticar a los partidos y al sistema. Hoy más que nunca, se trata de mejorar como sociedad y asumir nuestro papel en la gobernabilidad democrática de México. Mientras no cambiemos, no cambiará el sistema político. Cambiémosle los incentivos para que ellos cambien su “modelo de negocio”. ¡Urge!

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Voces

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