Apoyo emocional
Las clases en el hospital permiten, además, que las niñas y los niños con enfermedades crónicas convivan y jueguen con sus pares, y eso impacta positivamente en su salud emocional, sostiene la pediatra Cárdenas.
“El que un niño con estos padecimientos pueda tener un proyecto de vida a futuro, el saber que tiene un potencial en la educación, que va a estar con niños de su edad, que esté acompañado, todo eso modifica su expectativa y su calidad de vida”, indica.
Si a Farid se le ve correr por los pasillos del hospital, con su playera de rayas rojas y blancas y un cubrebocas a media nariz, quizá sería difícil imaginar la gravedad de su enfermedad. Alegre, Farid carga con dos muñecos de acción y los lanza por una resbaladilla que forma parte de un área de juegos del hospital.
La señora Verónica explica que Farid no siempre está así de contento. Pero las clases y las actividades lúdicas le ayudan a mejorar el ánimo, sobre todo después de viajar casi ocho horas y de madrugar para hacerse estudios clínicos.
“Nosotros llegamos ayer en la madrugada por estudios, ultrasonido renal y gammagrafía renal, y hoy tenemos consulta con nefrología. Ahorita está tranquilo y no está desesperado, por eso (las clases). A él le gusta y a mí también, por la atención que le dan, porque le gusta aprender con los métodos que tiene el hospital”, agrega su mamá.
Las niñas y niños, de acuerdo a su nivel escolar, son asesorados, educados y acompañados por las profesoras que la SEP capacitó para dar clases en este programa durante los turnos matutinos. Las clases son gratuitas y se ofrecen hasta que los menores cumplen 18 años.
A decir de la doctora Rocío Cárdenas, con el aprendizaje en el hospital también se busca otorgar herramientas a las infancias que les ayuden a retomar su vida después de las secuelas o problemas que les causen las enfermedades que padecen.