Maracaibo, Barquisimeto, Mérida, San Cristóbal e incluso Caracas tienen constantes fallas de electricidad, y pueden pasar 6, 7 y 8 horas sin luz. La precariedad del país se puede equiparar a los más pobres, como Haití y Honduras. Ya teníamos una emergencia sanitaria compleja, y ahora tenemos una crisis sobre otra, una emergencia sobre otra. Esto, lo que ha hecho es agravar lo que sucedía antes de la cuarentena. Por eso, me cuesta pensar que sea un éxito este año escolar con este trimestre a distancia”.
En la región, otros países viven una situación similar, señala Elena García, especialista en temas de integración de las TIC en procesos educativos y coordinadora de Virtual Educa, programa de la Organización de Estados Americanos. “Tenemos muchos chicos en América Latina que viven en situaciones de pobreza casi extrema. Sin los recursos básicos, sin servicios de agua potable ni electricidad, por supuesto, no pueden acceder a clases dadas ni por radio, ni por televisión, ni a través de un medio digital. Si no hay electricidad en un sitio, es muy difícil llegar a ellos” dijo García para este reportaje, realizado de manera colaborativa por Miembros de CONNECTAS .
Tal es el caso de Venezuela, donde el Observatorio Nacional de Servicios Públicos local publicaba en junio de 2019 que solo 75 por ciento de la población tenía acceso continuo a electricidad, y 54 por ciento de los consultados informaba de apagones varias veces al día todos los días, una situación que se ha agravado en el último año. Este estudio contrasta con el acceso del 100 por ciento que reporta el gobierno de este país al Banco Mundial , y con la media de acceso a electricidad en América Latina, que es del 98 %.
A esto se suma que la carencia de servicios también entorpece el desempeño de los maestros. Fausto Romeo, presidente de la Asociación de Institutos Educativos Privados de Venezuela, afirma: “La falta de luz hace que nuestros docentes tengan que esperar que llegue la electricidad para cargar la batería del celular y poder comunicarse con sus alumnos”.
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Esa baja cobertura en los servicios públicos esenciales es apenas uno de los factores adversos. La efectividad de los programas gubernamentales de educación a distancia está ligada a la conectividad y al acceso a las plataformas tradicionales. Es así como, desde el cierre de las escuelas, la brecha digital, que se define a partir del acceso a banda ancha fija, a dispositivos tecnológicos y a los conocimientos para usarlos, también exacerba la desigualdad en América Latina y el Caribe.
En la región, el 39 % de los hogares no tienen acceso a internet, de acuerdo con un informe del Monitor Global de Educación de la Unesco, publicado en mayo del 2020. El estudio, que solo consideró a los países que decretaron el cierre nacional de sus escuelas, advierte sobre la gravedad de que más de un tercio de los estudiantes matriculados no puedan alcanzar la educación virtual, debido a que más del 60% de las alternativas nacionales de aprendizaje a distancia (de todo el mundo) dependen exclusivamente de plataformas en línea. “Estos estudiantes, la mayoría de las veces de hogares rurales o de bajos ingresos, están excluidos de facto de las alternativas nacionales de aprendizaje en línea durante los períodos de confinamiento”, señala la publicación.
