"Yo soy madre, hermana, hija y estoy aquí porque fui víctima de la violencia, no de la violencia extrema pero mi pareja me humilló, me golpeó. Estoy aquí por mi hija y porque ninguna mujer vuelva a sufrir lo que yo", esas fueron las palabras de una de las decenas de mujeres que subieron al templete de la Antimonumenta para denunciar y compartir sus testimonios.
Luego, la joven, con voz entrecortada se unió a su hija, una niña de alrededor de 4 años que la esperaba para abrazarla y que en su cuello portaba un pañuelo morado con la leyenda “Ni una más".
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Ambas, abrazadas, mientras la niña besaba a su mamá, siguieron escuchando uno a uno los relatos de otras mujeres que en medio del enojo y la tristeza decidieron alzar la voz en la marcha de este domingo por el Día Internacional de la Mujer.
Como ella, otras madres tomaron las calles de la Ciudad de México con sus bebés en brazos, en carriolas o tomados de la mano, mostrando lo intergeneracional de la lucha.
Los menores portaban pancartas con leyendas como “Las niñas no se tocan, no se violan, no se matan" que con su propio puño escribieron.
Otras pequeñas se unieron a las consignas que las adultas gritaban en la marcha de la capital de un país en el que 1,010 asesinatos de mujeres cometidos en 2019 son investigados como feminicidios y que en enero de este año, última cifra oficial, acumula ya 73 víctimas.
"Basta de muertes, de mujeres acosadas. Vengo porque quería unirme, alzar la voz y decirle al presidente que las mujeres importamos más que la rifa del avión... Quiero que mi bebé crezca segura y feliz, es lo único que pido", dijo una joven, quien pidió hablar desde el anonimato y que cargando a su bebé en su canguro salió del Monumento a la Revolución marchando junto a otras madres de víctimas de feminicidio.
"Estoy acompañando a mi esposa, ella quería marchar y yo decidí acompañarla. Este día es importante para ustedes y yo no dudé ni un poquito en estar aquí", dijo otro señor que cargaba a un bebé de cuyo cuello colgaba un pañuelo verde.
Niños agotados por el sol, con las mejillas rojas por el intenso calor se quedaron dormidos en brazos de sus madres quienes seguían el paso de la marcha.
Otras de ellas tuvieron que detener su paso, el calor la llevó a recostar a sus bebés en el pasto para refrescarse junto a la fuente de Manuel Felguerez de la que brotaba agua color rojo.
En algunos puntos, el miedo por el paso de los grupos de feministas radicales mantuvo perplejos a los pequeños que con cara de asombro tomaban fuertemente a su madres.
"Vengo con una niña, vengo con una niña", gritaba un adulto mayor “expulsado” de una "acción directa” y que jalaba a su nieta de unos 3 años de edad para alejarse del lugar mientras que las jóvenes vestidas en su mayoría de negro y con el rostro cubierto rompían los vidrios, quemaban puertas y pintaban el edificio Juárez.
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Aunque en la convocatoria de la marcha de este 8 de marzo se había especificado un orden de los contingentes –en el que las madres con sus hijos se mantendrían por detrás de las madres de víctimas de feminicidio en el transcurso de la misma– no hubo tal: cada una de las participantes trató de mantener a salvo a sus pequeños, algunas replegándose del paso de los otros contingentes o simplemente abandonando la marcha.
Estampas como estas se replicaron en los estados del país: madres con carreolas, niñas con la pañoleta en favor del aborto o con pancartas contra las desapariciones de mujeres, los feminicidios y el acoso.
Al final, la pancarta de un contingente nutrido de menores de edad –que caminó desde el punto de salida de la marcha, el Monumento a la Revolución– adelantó el espíritu de las movilizaciones en el país: “Calladita no me veo más bonita”.